4. Y para este objetivo de dejarse llevar de Dios cuando Su Majestad los quiere hacer avanzar, así a los principiantes como a los experimentados, con su ayuda daremos doctrina y avisos, para que sepan entender o, a lo menos, dejarse llevar de Dios. Porque algunos padres espirituales, por no tener luz y experiencia en estos caminos, suelen impedir y dañar a semejantes almas en lugar de ayudarlas durante su camino, siendo semejantes a los constructores en Babilonia que, habiendo de administrar un material conveniente, daban y aplicaban ellos otro muy diferente, por no entender el idioma (Gn. 11, 19), y así no lograban hacer nada. Por eso es duro y fatigoso que en tales menesteres no pueda desenvolverse una alma, ni tampoco hallar quien la entienda. Y es que acontecerá que Dios lleve a una alma por un altísimo camino de oscura contemplación y sequedad, en el cual a ella le parece que va perdida y que, estando así, llena de oscuridad y trabajos, aprietos y tentaciones, llegue alguien quien equivocadamente le diga, como los consoladores de Job (2, 1113), que es depresión, o desconsuelo, o tristeza, o su condición o forma de ser, o que podrá ser alguna malicia o falta oculta suya, y que por eso la ha dejado Dios en semejante estado; y así, suelen concluir juzgando que aquella alma debe de haber sido muy mala al conocer que sufre por tales hechos.
5. Y también habrá quien le diga que va yendo hacia atrás, pues no halla gusto ni consuelo como antes en las cosas de Dios; y así doblan el trabajo a la pobre alma. Porque pudiera ser que la mayor pena que ella siente sea del conocimiento de sus mismas miserias, en las cuales le parece que ve más claro que la luz del día que está llena de males y pecados, porque le da Dios una luz del conocimiento en su noche de contemplación, como más adelante diremos. Y, como halla quien conforme con su propio parecer la dirá que lo que sufre es por su culpa, crece sin término la pena y el aprieto del alma, y suele llegar a sentirse más que muriendo. Y no contentándose con esto, pensando los tales confesores que sus sequedades y aflicciones proceden de pecados, hacen a las dichas almas volver y revolver sobre sus vidas y hacer muchas confesiones generales, crucificándolas de nuevo con ello, al no estar entendiendo que este, por ventura, no es el tiempo de ese tipo de medios, sino más bien de dejarlas en ese estado de purgación en que Dios las tiene, debiendo entonces más bien estar consolándolas y animándolas a que se mantengan en esa situación hasta que Dios quiera; porque hasta entonces, por más que ellas hagan y ellos digan, no habrá más remedio que las ayude.
6. De esto habremos de tratar más adelante con el favor divino, y de cómo se ha de encontrar el alma entonces y el confesor con ella, y sobre los indicios que existen para conocer si aquella es la purgación del alma y, si lo es, si es del sentido o del espíritu, lo cual es la noche oscura a la que nos hemos referido, y cómo se podrá conocer si es depresión u otra imperfección acerca del sentido o del espíritu.
Porque podrá haber algunas almas que pensarán, ellas o sus confesores, que las lleva Dios por este camino de la noche oscura de purgación espiritual, y no será, sin embargo, sino alguna imperfección de las mismas, ya que hay tambien muchas almas que piensan que no tienen oración, y sin embargo tienen muy mucha; y otras creen tener mucha oración, y en realidad es poco más que nada.
7. Hay otras almas que lastimosamente trabajan y se fatigan mucho, y sin embargo vuelven atrás, poniendo el fruto de su provecho en lo que no aprovecha, sino antes molesta, y otras que con descanso y quietud van avanzando mucho.
Hay otras que, con los mismos regalos y favores que Dios les hace para caminar adelante, se embrollan y estorban y no van avanzando. Y también hay muchos elementos con los que se encuentran los que siguen este camino, algunos de gozos, penas y esperanzas y dolores: unos que proceden de espíritu de perfección, otros de imperfección.
De todo, con el favor divino, procuraremos decir algo, para que cada alma que esto leyere, de alguna manera atisbe el camino que lleva y acierte con el que le conviene llevar, si pretende llegar a la cumbre de este monte.
8. Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciere precisamente eso: algo oscura. Lo cual entiendo yo que será al principio que empiece a leer; mas, a medida que vaya avanzando, irá entendiendo mejor lo primero, porque con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo volviere de nuevo a leer una segunda vez, entiendo le parecerá más claras las explicaciones, y la doctrina más sana.
Y si algunas personas con esta doctrina no se encontrasen bien ni cómodas, debieran achacarlo a mi poco saber y mi pobre estilo, puesto que la materia, de suyo, es buena y muy necesaria. Pero me parece que, aunque se escribiera más elegante y perfectamente de lo que aquí se escribe no se aprovecharán de ello sino algunos pocos, porque aquí no se escribirán cosas muy morales y sabrosas para todos los espíritus que gustan de ir por cosas dulces y sabrosas a Dios, sino doctrina sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu que aquí se escribe.
9. Ni si quiera mi principal intento es hablar para todos, sino para algunas personas de nuestra sagrada Religión de los primitivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas, dado que me lo han pedido ellos, a quien Dios hace el favor de colocar en la senda de este monte; los cuales, como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo, entenderán mejor la doctrina de la desnudez del espíritu.