Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

17.9.22

San Antonio Abad, ermitaño (251-356)



San Antonio Abad nació en Comas, en el Alto Egipto, en el año 251. A los veinte años sintió la llamada a llevar una vida ascética, por lo que vendió todas sus propiedades y se acogió a la penitencia y a la soledad absoluta en Pispir.

Gracias a su fortaleza, escapó a todas las tentaciones que el diablo puso en su camino.

Antonio encontró en el desierto una manera de seguir a Cristo e indicó, sin pretenderlo, el camino a otros muchos que también huían del mundanal ruido. No obstante, no dejó en ningún momento de preocuparse por los problemas que aquejaban a los cristianos.

En el año 311, en plena persecución de Maximiano a los cristianos, se marchó a Alejandría para animar a sus compañeros de fe a que perseveraran. En el año 355, a la edad de 104 años, regresó a Alejandría para reprender a los arrianos. Precursor de la vida eremítica, es patrono de los animales.

Murió en el año 356.

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (3)



B. Los caminos o las sendas en dirección o en posición vertical, que separan los anteriores avisos, se suceden de la siguiente forma de izquierda a derecha con las siguientes expresiones:

Camino con espíritu de imperfección hacia cielo: gloria, gozo, saber, consuelo, descanso.

Senda del Monte Carmelo con un espíritu de perfección: nada, nada, nada, nada, nada, nada, y aún en el monte, nada.

Camino del espíritu de imperfección con apego al suelo: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso.

16.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (2)



SUBIDA AL MONTE CARMELO
por el místico Doctor
San Juan de la Cruz


MONTE DE PERFECCIÓN


Transcripción de la figura anexa al libro de la Subida al Monte Carmelo.

Leyendo en el sentido natural de un ascenso o escalada, y de abajo hacia arriba:

A. Las cuatro columnas o secciones (de izquierda a derecha) escritas verticalmente dicen:

1
Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.

2
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.

3
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.

4
En esta desnudez halla el espíritu su descanso,
porque no comunicando nada,
nada le fatiga hacia arriba,
y nada le oprime hacia abajo,
porque se encuentra situado en el centro de su humildad.

15.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (1)



Desde el Oratorio Carmelitano iniciamos un gran desafío: actualizar el extenso y complejo texto del tratado místico de San Juan de la Cruz, una de sus obras cumbres, la "Subida al Monte Carmelo". El texto es bastante impenetrable, árido y difícil de leer (más aún de entender), sobre todo porque está cargado de expresiones, simbolismos y formas de redacción habituales en los tiempos en los que se desenvolvió este santo, pero en claro desuso hoy en día.

Esta obra tendría sus reminiscencias en su contemporáneo San Francisco de Sales y su famoso "santo abandono", aunque en este caso San Francisco de Sales ha tenido la ventaja de verse reflejado en traducciones más elaboradas y, por otra parte, sus textos han sido mejor conservados (de San Juan de la Cruz, por desgracia, no ha trascendido toda su obra).

Voluntad inquebrantable



Dame, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud; la que sabe en el golfo hallar quietud y, en medio de las sombras, claridad. La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perenne solicitud; las ásperas fiebres en salud, y los torpes engaños en verdad.

Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí, le ofrezcan algún fruto en galardón.

Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí.