Dame, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud; la que sabe en el golfo hallar quietud y, en medio de las sombras, claridad. La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perenne solicitud; las ásperas fiebres en salud, y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí, le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí.
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