Desprecio de los bienes mundanos

13.9.21

Luces Vespertinas: 3. Mis prácticas



El hombre debe ser consecuente; y no hay mayor bajeza que la inconsecuencia. ¿Soy católico consecuente con mis ideas? ¿Soy católico práctico? ¿Tengo prácticas católicas? Es decir: 1º: ¿son católicas todas mis prácticas? 2º: ¿tengo todas las prácticas católicas que debo tener según mis ideas?

1-. Mi conducta, mis prácticas, mis costumbres, mi vida en la sociedad, ¿es digna de un católico, o hago cosas indignas de un cristiano? ¿Cometo pecados mortales? ¿Muchos? ¿Habitualmente? ¿Cuál de ellos sobre todo? No hay cosa peor que un pecado mortal. ¿Cometo pecados mortales y sin reparo ninguno? ¿Y cuales son esos pecados, sobre todo? ¿Me hago mejor o peor cristiano cada día? ¿Me jacto de mis maldades y pecados? ¡Qué bajeza! ¿Cometo pecados de escándalo! ¡Qué falta de responsabilidad! ¿Incito a otros a pecar? ¡Qué maldad!

Los que no obran como católicos, deshonran su religión.

2-. ¿Tengo todas las prácticas católicas que debo tener? Hoy, según una denominación venida de Francia, se dice que practica o no practica de aquel que comulga y confiesa por Pascua, y cuando al menos oye misa todos los domingos. Y cierto, esto es esencial. Al menos, ¿hago esto?

Pero no basta esto. Si de veras soy católico y tengo ideas e instrucción católica y sentimientos y educación cristiana, debo tener más prácticas católicas. Toda mi vida, mi casa, mis usos, mis lecturas, mis amistades, mis negocios, mis diversiones, mis obras de piedad y de caridad, mi vestir, mi comer, mi vivir, todo debe ser cristiano y estar pintado de cristiano y caracterizado de cristiano.

Yo debo ser consecuente con mis ideas. Y además tengo obligación de serlo y de practicar la doctrina cristiana por lo menos en lo que es obligatoria, es decir, en no hacer nada de lo que a ella se oponga, y en hacer lo que ella me mande. Más aún, debería procurar subir a la perfección evangélica.

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12.9.21

Luces Vespertinas: 2. Mis ideas



El hombre debe ser consecuente; y no hay mayor bajeza que la inconsecuencia. ¿Soy católico consecuente con mis ideas? ¿Soy católico práctico? ¿Tengo prácticas católicas? Es decir: 1º: ¿son católicas todas mis prácticas? 2º: ¿tengo todas las prácticas católicas que debo tener según mis ideas?

1-. Mi conducta, mis prácticas, mis costumbres, mi vida en la sociedad, ¿es digna de un católico, o hago cosas indignas de un cristiano? ¿Cometo pecados mortales? ¿Muchos? ¿Habitualmente? ¿Cuál de ellos sobre todo? No hay cosa peor que un pecado mortal. ¿Cometo pecados mortales y sin reparo ninguno? ¿Y cuales son esos pecados, sobre todo? ¿Me hago mejor o peor cristiano cada día? ¿Me jacto de mis maldades y pecados? ¡Qué bajeza! ¿Cometo pecados de escándalo! ¡Qué falta de responsabilidad! ¿Incito a otros a pecar? ¡Qué maldad!

Los que no obran como católicos, deshonran su religión.

2-. ¿Tengo todas las prácticas católicas que debo tener? Hoy, según una denominación venida de Francia, se dice que practica o no practica de aquel que comulga y confiesa por Pascua, y cuando al menos oye misa todos los domingos. Y cierto, esto es esencial. Al menos, ¿hago esto?

Pero no basta esto. Si de veras soy católico y tengo ideas e instrucción católica y sentimientos y educación cristiana, debo tener más prácticas católicas. Toda mi vida, mi casa, mis usos, mis lecturas, mis amistades, mis negocios, mis diversiones, mis obras de piedad y de caridad, mi vestir, mi comer, mi vivir, todo debe ser cristiano y estar pintado de cristiano y caracterizado de cristiano.

Yo debo ser consecuente con mis ideas. Y además tengo obligación de serlo y de practicar la doctrina cristiana por lo menos en lo que es obligatoria, es decir, en no hacer nada de lo que a ella se oponga, y en hacer lo que ella me mande. Más aún, debería procurar subir a la perfección evangélica.

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11.9.21

Luces Vespertinas: 1. Mi religión



¿Profeso alguna religión? ¿Profeso la religión verdadera? Este problema es el más importante de los problemas.

Religión es el conjunto de los deberes que tengo yo para con Dios.

El hombre debe tener alguna religión. O cree en Dios, o creerá en otras cosas, cada vez más inútiles e inservibles. El principal oficio del hombre, del que no se puede librar porque está en su propia esencia, es tener alguna religión. El hombre está obligado a reconocer que Dios es su Dios, su padre, su creador, su conservador, su señor, su juez, su último fin y suprema felicidad. Y por tanto a reverenciarle como a tal, a darle culto, y en fin, a obedecerle.

Es evidente que no todas las religiones son iguales. Porque todas ellas son muy diversas y contrarias entre sí. ¿Tengo yo la verdadera?

La única verdadera es la religión cristiana. Y entre las que se llaman cristianas, la única verdaderamente cristiana es la católica, porque las otras se prueban evidentemente en sus orígenes que son falsas y desviadas. ¿Soy yo católico? Y si no lo soy, ¿por qué no lo soy? ¿Cuándo empecé a no serlo? ¿Y por qué? ¿Acaso he dejado de ser católico por razones convincentes? ¿O por pasión, o por vicios, o por ignorancia, o por vanidad, o por medrar, o por egoísmo, o por atender sólo a los negocios de este mundo, o por ligereza, o por descuido, o por no practicarla? ¿Tengo negligencia en buscar la fe? ¿Miro como secundarios y superfluos los problemas del espíritu, de la vida futura, de la virtud, de la religión?

Acaso dices: "¡Vaya usted a saber cuál es la verdadera!". Pero, ¿he procurado yo averiguarlo? ¿He consultado con alguno que entienda de esto? ¿He leído o leo algún libro sabio en esta materia?

Si yo no soy católico por mi culpa, no me salvo.

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10.9.21

Luces Matutinas: y30. Haz bien lo de cada día



He aquí un buen consejo que te doy al acabar el mes de estas "Luces Matutinas" de cada mañana. Decía uno de los Siete Sabios de Grecia: "Age quod agis". "Haz bien lo que haces". Y mejor lo decía el Eclesiástico: "Haz todas tus obras de un modo excelente". Y de Jesucristo decía el pueblo: "Todo lo hace bien".

Haz bien tú todas las cosas ordinarias.

Créeme que el mérito de los hombres no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer bien las cosas ordinarias y de cada día. Las cosas extraordinarias son, claro está, extraordinarias, y no ocurren sino raras veces; y si estamos aguardando a ellas, poco haremos. Pero haciendo bien lo ordinario nos podremos perfeccionar y santificar.

Lo más extraordinario es hacer bien lo ordinario.

La santidad de lo ordinario es una santidad sólida, segura, constante, provechosa, al alcance de todos. No causa vanagloria, no halaga el amor propio, no choca, pero es muy perfecta. Jesucristo casi toda su vida se pasó haciendo bien las cosas ordinarias, y San José y la Virgen lo mismo.

Es un compendio de la vida santa que simplifica mucho los cuidados y atenciones de la virtud, y un camino que no tiene enredos ni equivocaciones. Haz bien lo de cada día, y sufre bien lo de cada día, y así insensiblemente irás amontonando riquezas de méritos y virtudes sin igual.

Piensa un poco en el porvenir, proque es prudencia; pero no pienses mucho.

Piensa un poco en el pasado, porque es lección; pero no pienses mucho.

¿Para qué quieres pensar demasiado en el mañana, que no sabes si llegará, ni en el ayer, que ya pasó y no tiene remedio? Piensa en el hoy, que es lo único de que puedes disponer al alcance de tu mano.

Ten pureza de intención en tus obras, haciéndolas por agradar a Dios; ten orden en ellas, ten perfección, haciendo bien el principio, el medio y el fin.

Haz bien tus obligaciones diarias y serás virtuoso, feliz, perfecto, por un método el más sencillo de la ascética que darse puede.

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9.9.21

Luces Matutinas: 29. ¡Ora!



Si tú supieses, amigo mío, lo que vale la oración, seguro que orarías y rezarías más. Tenéis una desgracia muy grande muchos de los cristianos, y es pensar que la oración vale poco. Pero te aseguro que cuanto más se estudia la teología y la doctrina cristiana, más claro se ve una cosa, a saber: que la oración es, en fin de todo, lo que más vale en el mundo.

La oración es necesaria. Dios, aunque sabe y aunque quiere darnos lo que necesitamos, no quiere dárnoslo muchas veces, sino después de pedírselo nosotros. Sobre todo en el orden de la gracia.

Fíjate bien en este axioma formulado por Gennadio y admitido por toda la teología: "Creemos que nadie viene a su salvación, sino llamado por Dios; que nadie después de llamado realiza su salvación, sino con el auxilio de Dios, y que nadie logra este auxilio si no ora".

Fíjate en este otro texto de San Agustín, que hizo suyo el Concilio de Trento: "Dios no manda imposibles, sino que al mandar exhorta que hagáis lo que podáis y que pidáis lo que no podéis".

Por eso muchos no son buenos o no son mejores, porque no oran, no rezan, no piden gracia a Dios.

En cambio te diré otra cosa, que muchísimo te importa. ¿Quieres salvarte seguro? ¿Sin equivocación ninguna? ¿Infaliblemente? Te doy un medio infalible para lograrlo: "Pedid y reicibiréis; llamad y os abrirán". Orad frecuente y constantemente pidiendo a Dios vuestra salvación, y yo os aseguro que os salvaréis. Si esto no es verdad..., no es verdad entonces nada en el Evangelio.

Es segurísimo que quien pide a Dios formalmente, frecuentemente, constantemente su salvación, se salvará. Mi alma con la suya.

Pues ya sabes: reza, no te pesará.

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