Verdaderamente digno y justo es, debido y saludable que siempre y en todas partes te demos gracias, Señor, Santo, Padre Omnipotente, Dios eterno, que llevaste a cabo la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que de donde salió la muerte, de allí renaciese la vida y el que en un árbol venció quedase también en otro árbol vencido por Cristo nuestro Señor.
Por lo cual alaban a tu Majestad los Ángeles, la adoran las Dominaciones, tiemblan las Potestades, los Cielos y las Virtudes de los Cielos, y los Serafines, con recíproca alegría la celebran.
Te rogamos que, con sus alabanzas, recibas las nuestras, diciendo con humilde confesión: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo, llenos están el Cielo y la tierra de tu gloria, hosanna en el Cielo. Bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna en el Cielo.