La venerable madre Juana Bautista de Santa Teresa, de la ciudad de Nápoles, fue tiernísima devota de las ánimas del Santo purgatorio, y siendo religiosa en el convento de San José, en el que entró con gran deseo de servir al Señor perfectísimamente, dejando muchas ventajas que le ofrecieron en otros conventos (entre los que se encontraba uno fundado por sus abuelos), era penitente, humilde y muy aplicada a la oración, y salía de estar orando tan encendida de amor de Dios, que contagiaba a las demás religiosas.
Siendo priora (cargo que ocupó dos veces), ordenaba hacer rogativas por ellas, y ella misma cuanto hacía todo lo aplicaba al beneficio de las ánimas del purgatorio. Las ansias de padecer fueron grandes, con el fin de imitar en algo al Señor Crucificado, y de aliviar con su padecer las ánimas, y el Señor la consoló con imposibilitarla de una pierna, y por siete años estuvo recluida en una celda, la mayoría de las noches sin poderse consolar debido a la violencia de los dolores, y decía con edificación de todos que era muy poco lo que padecía respecto a lo que merecían sus culpas: "oh, Señor, enviad a mi corazón una centellita del amor que os tuvo esta inocente alma, para que yo os ame como debo".