No hace demasiado unas hermanas de un convento religioso hicieron públicos los requisitos que debían cumplir las personas que quisieran -o aspirasen- a entrar en su convento. Tales requisitos no eran muy diferentes de los que pedían (y piden) en el resto de órdenes religiosas, monasterios y conventos. En líneas generales se exige estar bautizado, confirmado, un certificado médico de no padecer enfermedad grave, y una declaración firmada de estar sano y no tener convulsiones o alguna deficiencia orgánica que nos impida valernos por nosotros mismos.
Enseguida comenzaron a alzarse voces protestando sobre la necesidad de ser una persona sana para poder entrar en un convento, diciendo que Cristo no negaría su entrada a las personas enfermas o a las más débiles.