Con esta oración, hecha después de comulgar, se gana indulgencia plenaria y se libera una ánima del purgatorio. Es conveniente rezar después de ella cinco Padrenuestro, cinco Ave María, y cinco Gloria, en reverencia de las cinco llagas del Redentor, repitiendo después de cada Gloria:
Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar.
Con lo cual, además, se liberan cinco almas del purgatorio (Pablo V).
Miradme, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado en vuestra divina presencia, rogándoos con el fervor más vivo que imprimáis en mi corazón los sentimientos de fe, esperanza y caridad, con verdadero dolor de mis pecados y propósito firme de no volver a ofenderos.
Entre tanto, Señor, con todo el amor y toda la compasión de que soy capaz, contemplo y considero vuestra cinco llagas, comenzando por lo que dijo por Vos, oh Dios mío, el santo profeta David: "han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos".
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