Tradicionalmente, en el inicio del mes de noviembre, tenemos los cristianos un serio motivo de reflexión sobre la muerte y de acordarnos de los seres queridos ausentes.
El día 2 de noviembre la Iglesia celebra la conmemoración de los fieles difuntos. Ese día es cuando nos acercamos al cementerio a visitar a los familiares que ya abandonaron este valle de lágrimas.
Sería bueno que esta tradicional visita no sea solamente de cortesía, ni siquiera de cariño y gratitud en el plano humano. Lo más importante es que ese día, y también durante el resto del año, recemos por ellos.
¿Nos hemos parado a pensar sobre la importancia que tiene la oración para los difuntos?
Según Santo Tomás de Aquino, eximio Doctor de la Iglesia y lumbrera de la Humanidad, rezar por los difuntos es la mayor obra de misericordia, mucho mayor que rezar por los vivos, ya que éstos pueden valerse por sí mismos.
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Cuando una persona muere, ya no es capaz de hacer nada para merecer el Cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance más rápido la salvación. Con las acciones y la oración podemos ayudar a nuestros seres queridos a conseguir el perdón y la purificación, tan anhelada por ellos, de sus pecados, para poder así participar de la Gloria de Dios. A estas oraciones se las llama "sufragios". El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por ellos.
La Iglesia recomienda también, en favor de los difuntos, la limosna, la indulgencia y la penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación. Toda ayuda que proporcionemos será además muy bien recompensada, pues las almas del Purgatorio, conocedoras de nuestras necesidades espirituales y materiales, harán de eficaces intercesoras a nuestro favor. Los que ya están en el Cielo (Iglesia triunfante), agradecidos, intercederán por los que estamos en la Tierra (Iglesia militante) para que tengamos la gracia de ser fieles a Dios y poder alcanzar así la Vida Eterna.
Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos acercamos al Sacramento de la Confesión, comulgamos, y rezamos un Credo por las intenciones del Papa entre los días 1 y 8 de noviembre, "podemos ayudarles obteniendo para ellos las indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados" (CEC 1479). No dudemos, pues, en socorrer a todos aquellos que han partido y que ya no están junto a nosotros.
Javier Navascués
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