No me digas, hermano, no me digas que abandonas el áspero camino.
Te has cansado muy pronto, peregrino, detrás quedan las líneas enemigas.
¿Se han herido tus pies en las ortigas? ¿Se ha llagado tu cuerpo en el espino?
Yo te daré la miel, el pan y el vino, para aliviar tus llagas y fatigas.
Ven conmigo y apóyate en mi brazo. No te avergüences, vamos, más, aprieta. ¿Caminamos? Tu paso es vacilante.
Marcharemos los dos en un abrazo. Fíjate bien cuán cerca está la meta. Poco a poco, sin prisas, ¡adelante!
No hay comentarios:
Publicar un comentario