Padre santo, infunde en nuestro corazón los mismos sentimientos de Jesucristo que llevaron a tu Hijo a nacer pobre en Belén, a vivir oculto en Nazaret, y a morir desnudo en el Calvario. Los mismos sentimientos que le impulsaron no a ser servido sino a servir, no a buscar los primeros puestos sino a ocupar los últimos lugares, no a dominar sino a lavar los pies de sus hermanos, no a figurar como los grandes de la tierra sino a ser la humildad hecha carne que habita entre nosotros.
Cura nuestro espíritu de la ambición desmedida y nuestros ojos de la altanería, para que sepamos verte como Padre, despojados de nosotros mismos y abiertos a tu misericordia. Para que puedas actuar en todo momento libremente en nosotros.
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