Hijo, pon tu corazón fijamente en Dios, y no temas los juicios humanos cuando la conciencia no te acusa. Bueno es y dichoso padecer de esta suerte, y esto no es duro al corazón humilde, que confía más en Dios que en sí mismo.
Aunque san Pablo trabajó en contentar a todos en el Señor, y fue todo para todos, nada tuvo el ser juzgado del mundo. Mucho hizo por la salud y edificación de los otros, trabajando cuanto pudo y estaba de su parte; pero no se pudo librar de que le juzgasen y despreciasen algunas veces.
Por eso lo encomendó todo a Dios, que lo conoce todo, y con paciencia y humildad se defendía de las malas lenguas y de los que piensan vanidades y mentiras y las dicen como se les antoja.
Tomás de Kempis
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