Todo humano, así como tiene sus buenas cualidades y energías, así tiene sus debilidades y flaquezas naturales. Difícil es conocer cada uno las propias, y más difícil confesárselas.
¿Qué debilidades tengo yo?
¿Respetos humanos? Es la gran debilidad de los cristianos. Algún respeto humano, el que nos impide hacer bajezas e indignidades, es muy bueno; es lo que se llama decoro, dignidad. Pero el respeto humano que me impide cumplir mi deber, no hacer el bien que quiero, esa es una gran debilidad.
¿Contemporizaciones? Próxima a la debilidad anterior está la de contemporizar por miedo, con los malos, consentir en sus maldades, no estorbar sus audacias, no romper con los que nos llevan al mal.
¿Flojedad? Es el gran vicio de la humanidad, la pereza. Muchos no son buenos por pereza, por no tomarse las molestias.
¿Inconstancia? La virtud más difícil acaso de todas es la perseverancia. Muchos empiezan a hacer el bien, pero pocos lo llevan a cabo.
¿Volubilidad? Algunos hoy se entusiasman por una cosa y mañana por otra distinta. A estos les conviene reflexionar primero, y luego no mudar, a no ser por deber, hasta acostumbrarse a la fijeza.
¿Interés? ¿Soy interesado? Los hombres mezquinos en todo buscan el tanto por ciento.
¿Vanidad? Algunos cuando han de lucir, hacen el bien; y cuando no, se entibian al punto.
¿Egoísmo? ¿Nos buscamos en todo a nosotros mismos? ¿Envidia? ¡Qué desgracia es no poder ver el bien ajeno! ¿Mentiras? Vicio feo. ¿Doblez? Flaqueza odiosa.
¿Aniñamiento? ¿Soy un niño, un apocado, un simple? ¿Hay que hacerte todo? Algunos confunden la bondad y la virtud, con la simpleza y el apocamiento.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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