La perfección la ha de adquirir el hombre en el ejercicio de las obras de cada día, sobre todo en el ejercicio de su profesión.
- 1º. Elegir.
Lo primero que debo pensar (si aún estoy a tiempo y no he elegido profesión, o puedo elegir otra) es qué profesión debo elegir. Y lo mismo se dice del oficio, o sitio en que practicarlo, oficina, taller, y aún ciudad, pueblo o casa.
Debo elegir una profesión u oficio que me permita con toda libertad practicar mis obligaciones de cristiano y de hombre, y en que no tenga peligro de pecar ni condenarme. ¿Lo he hecho así? Si no lo he hecho, ¿puedo rectificar lo hecho?
Para hacer bien esta elección son muy convenientes los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Y convendría hacerlos después de tomar el grado de bachiller, y antes de elegir profesión o modo de vida.
Esto mismo debe decirse de los cargos y dignidades, como de gobernador, de alcalde, de superior de cualquier cosa, de consejero... ¿Valgo yo para ello? ¿Podré ejercerlo sin pecar?
- 2º. Ejercer.
Además tengo que examinar cómo ejerzo mi profesión. ¿Qué obligaciones y de qué importancia tengo? ¿Procuro cumplir bien con ellas como debo? ¿Estudio lo que es necesario para practicarlas bien ? ¿Soy diligente y activo, y prudente en su ejecución? ¿Abuso de mi cargo, o de mi crédito, o de la ignorancia de los demás? ¿Me dejo sobornar o seducir, o hago trampas y las oculto?
Sobre todo ciertas profesiones son muy responsables, como médicos, jueces, fiscales, magistrado, profesores, escritores, comerciantes, superiores...
En cambio el que ejerce su profesión cristianamente, con diligencia y pureza de intención, adquiere muchos méritos ante Dios y gana mucha recompensa para la otra vida.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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