Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

17.8.21

Luces Matutinas: 5. La voluntad de Dios



No hay más que una cosa grande en el mundo, no hay más que una cosa laudable en el hombre, no hay más que una cosa necesaria en mí, no hay más que una cosa buena para mí.

Cumplir la voluntad de Dios. Es decir: conocer lo que Dios quiere que yo haga, y querer lo que Dios quiere que yo haga.

Todas las cosas del universo hacen lo que Dios quiere. Pero como no son libres, lo hacen necesariamente a la fuerza o espontáneamente.

Quiere Dios que el sol luzca y caliente, y el sol luce y calienta. Quiero que el rosal dé rosas, y da rosas y no azucenas. Quiere que el trigo dé trigo, y da trigo y no cebada. Quier que el fuego queme y que el agua humedezca, y el agua no quema, ni el fuego humedece.

Pero al hombre le ha dejado libertad de cumplir o no su voluntad.

Me ha dictado lo que quiere de mí; la ley natural, los mandamientos, la ley de la Iglesia, y la ley de la autoridad legítima.

Pero luego me ha dejado el terrible poder de no hacer la voluntad de mi Señor y Dios. Dios me puede forzar físicamente a hacer lo que Él quiere, pero no quiere forzarme en esta vida, y me deja rebelarme contra él si me apetece.

No debo rebelarme, y no lo quiero hacer. Para mí el único bien es hacer lo que Dios quiere. Servir a Dios, querer lo que Él quiera.

Es decir, amarle, porque eso es amor de Dios, querer lo que Él quiere, unir, identificar mi voluntad con la suya.

El siervo al hacer la voluntad de su amo llama "servir". El hijo al hacer la voluntad de su padre llama "amar".

El que ama al mundo y no ve en Dios más que a un amo, obedece de mala gana, sirve como esclavo.

El que ama a Dios y ve en Él a su Padre, obedece de buen gusto, ama como hijo.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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