¡Oh dulcísimo nombre! ¡Oh preciosa figura! ¡Oh suavísima delicia del humano linaje!
Nada en el mundo se presenta a mis ojos más dulce, más amable, más consolador que tú, ¡oh Santísima Virgen con tu divino Hijo en brazos!
¡Oh flor perenne de Nazaret, que sin dejar de ser flor traes contigo el fruto de bendición del linaje humano! Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Yo quiero amarte. Yo quiero ser tu devoto. Porque tú eres vida, dulzura y esperanza nuestra.
Yo pecador, en ti confío, porque por ti se han hecho justos innumerables pecadores.
Yo cristiano, en ti confío, porque por ti se han hecho santos innumerables cristianos.
Yo desterrado, en ti confío, porque por ti han llegado a la patria innumerables desterrados.
Yo reo de innumerables culpas, en ti confío, porque ninguno de los que has amparado tú se ha condenado.
En las paradas de los caminos y en las cruces de los senderos ponían nuestros abuelos tu imagen. Yo también quiero que estés en las paradas de la cuesta de mi vida y del sendero de mi deber, para que cuando llegue cansado, tú presentándome a tu Hijo me digas sonriendo: "¡Un poco más, hijo! ¡Hasta la cumbre!".
¡Soy débil! ¡Dame tu mano!
¡Soy pecador! Ruega a tu Hijo por tu hijo. Tú eres Madre de Dios y madre del reo; Madre del Juez y madre del desterrado; ruega al Hijo Juez por el hijo reo, y alcanza al desterrado el perdón del Juez.
¡Oh cristiano! Sé muy devoto de la Virgen María del Carmelo, y te salvarás. Haz por ella cualquier cosa, nada será suficiente comparado a lo que a ella le debes.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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