Apagadas las luces, acostados todos los monjes, cerradas todas las celdas, pasa en algunas comunidades el sereno antes que nadie haya pegado el ojo y dice amigablemente: "¡Morir tenemos!". "¡Ya lo sabemos!", responde el monje desde dentro de su celda, "Deo gratias".
Si lo sabes, vive como quien ha de morir. ¿Sabes lo que es un cristiano? Escúchalo en dos palabras:
La muerte es el paso del tiempo a la eternidad.
La muerte es el fin de todas las cosas. ¡Todo pasa! Así el mal como el bien. Riqueza y pobreza; delite y dolor; gloria y adyección..., todo.
La muerte es el comienzo de la vida verdadera, de la posesión, de la felicidad, de la gloria, del vivir en Dios: o de la muerte sempiterna, o de la infelicidad sin fin, del infierno.
La muerte es el descanso para quien ha trabajado o padecido por Dios, y el fin de la fiesta para el que ha gozado y disfrutado contra la voluntad de Dios.
La muerte es el nacimiento al cielo o el aborto al infierno.
La muerte es el punto más importante de la vida, pues de él depende una eternidad.
Procura, pues, morir bien.
Y si quieres morir bien, procura vivir bien.
Si quieres morir bien, prepárate a tiempo a morir.
Sobre todo, siempre que caigas enfermo piensa en morir bien, y recibe a tiempo el viático y la unción. Que para recibir los sacramentos no hace falta estar muy grave, basta estar sencillamente grave. Y por recibirlos pronto no te morirás, antes al contrario.
Así que... Morir tenemos, hermano.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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