Conversión del corazón y de corazón, es como decir, lo más íntimo de nuestro ser. Un cambio radical, en la dimensión de fe, de oración y del amor. Este cambio nos invita:
- A poner nuestra vida toda en manos de Dios. Tiene que ver con el "Sí" de María. Tiene que ver con la confianza plena: "Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras". La fe nos permitirá ver a Dios en todas las cosas, en todos los acontecimientos, en todas las personas.
- A vivir en la presencia de Dios, no sólo rezar oraciones. Ser consciente de esta presencia amorosa y providente. Estar vinculados con Él. Saber que no estás solo. Y sentirte salvado. Y agradecer, agradecer, agradecer.
Y como el amor es el núcleo más hondo del corazón, A cambiar ese núcleo, en el que reina el "yo", por otro rey que sería "tú", o sería "Dios". No es fácil, pero así nuestra vida ya no será nuestra. Y entonces, más que dar cosas, nos daremos a nosotros mismos; más que sacrificios y mortificaciones, multiplicaremos la misericordia. Nos haremos a la vez plegaria, ofrenda y pan.