Quien cantase, copiase o reprodujese el texto o el canto del Miserere Mei fuera de la capilla Sixtina, caerían sobre él las mayores desgracias y sería castigado con la excomunión. Así de dura era la norma promulgada por el papa Urbano VIII en el siglo XVII. El Miserere Mei era un canto tan prohibido que solo podía escucharse durante la Semana Santa, y sólo en el Vaticano por las pocas y afortunadas personas que allí pudieran estar presentes.
Era tan preciado y exquisito este canto, que algunas de sus técnicas de canto no se escribían, y solo las sabía el maestro, de manera que para poder realizar el canto solo fuera posible contar con éste o con aquel discípulo escogido para sucederle al morir.
En uno de esos ardides casi de novela histórica, el emperador Leopoldo I de Austria logró obtener una copia procedente del mismo Vaticano, que llevó a su Biblioteca Imperial. Cuando llegó a manos del emperador, y pidió que fuera reproducida, nadie pudo hacerlo: las variaciones de las notas y las improvisaciones no estaban escritas. Nadie las tenía. Solo estaban en la mente de los maestros de coro del Vaticano. La decepción del emperador debió de ser memorable, puesto que hizo que el papa enviara a Viena a su propio maestro de capilla.
Pero si esta trama es absolutamente increíble, espera que aquí viene un giro más sorprendente aún: a la edad de solo catorce años, un joven talentoso que luego sería mundialmente conocido, Mozart, tras escuchar el Miserere Mei una sola vez, en 1770, lo escribió. Pero Mozart fue más allá: decidió añadirle algunos arreglos orquestales para mejorarlo. Por desgracia, esa variante mejorada de Mozart no llegó a nuestros días.
De hecho, ni siquiera llegó la original del Vaticano, aquella que solo podía cantarse (y escucharse) tras los muros de la mismísima basílica en la capilla Sixtina. Los expertos coinciden hoy que el Miserere que tenemos en nuestros días es una mezcla entre el mejorado de Mozart, y el original Vaticano.
El Miserere Mei se trata de un canto absolutamente abrumador. Realizado a dos voces de coro, y basado en el salmo 51 (salmo 50 en la Biblia griega), condensa la piedad del hombre suplicándole al Señor.
Entre las oraciones que llevo a diario en mi bolsillo, en unas hojas con lo que, creo, es lo más básico para alguna visita a alguna iglesia por la que pase, o para leer mientras realizo alguna ruta, se encuentran dos de los más exquisitos logros en la composición musical dentro del ámbito religioso: el Dies Irae ("días de ira"), y el Miserere Mei ("ten misericordia de mí"). El original fue compuesto por Gregorio Allegri, el cual, tras pasar varios años siendo niño en el coro del Vaticano como soprano, se convirtió en compositor y miembro del coro papal. Allí realizó toda su obra (tiene más composiciones, aunque por la que se le reconoce mundialmente es, obviamente, por el Miserere), y allí pasó toda su vida hasta morir.
El Miserere Mei, como indicamos al principio, fue un encargo del papa Urbano VIII para cantarse durante los actos litúrgicos de la Semana Santa (en concreto los maitines del Miércoles Santo y del Viernes Santo), por lo que su fuerza y emotividad esta fuera de toda duda. Aún hoy impacta enormemente, sobre todo cuando entran en juego las espectaculares variaciones de voz, con altos que -en la actualidad- se realizan por voces femeninas soprano, que son de las pocas que pueden llegar a la altura de las exigencias de sus notas, unas notas que, además, tienen que mantener el ritmo para luego hacerlo descender en varias escalas.
Desde el Drive de CCNI (dentro de la carpeta "musica") puedes descargar la versión en audio de una de las que -consideramos- sus mejores interpretaciones, y también lo puedes disfrutar en estos dos magistrales vídeos del coro de Claire College, dirigido por Timothy Brown, de Cambridge, y del coro Tenebrae.
También -y como hicimos en su día con el Dies Irae- os adjuntamos una de las que consideramos son sus mejores traducciones, que es también la misma que llevo conmigo. En internet hay bastantes variaciones, pero ésta al español considero que es la que mas se ajusta al sentido del texto latino original.
Ah, y no te preocupes: hoy puedes escucharlo sin problemas, y ya sin peligro de ser excomulgado.
Letra:
Miserere mei, Deus
Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam.
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu gran misericordia.
Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam.
Y conforme a la multitud de tus piedades, borra mi iniquidad.
Amplius lava me ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me.
Purifícame completamente de mi iniquidad, y límpiame de mi pecado.
Quoniam iniquitatem meam ego cognosco, et peccatum meum contra me est semper.
Pues yo reconozco mi iniquidad, y siempre está mi pecado delante de mí.
Tibi soli peccavi, et malum coram te feci; ut iustificeris in sermonibus tuis, et vincas cum iudicaris.
Solo contra ti he pecado, y he hecho mal frente a ti; pues has sido justo en tu sentencia y eres excelso cuando juzgas.
Ecce enim in iniquitatibus conceptus sum, et in peccatis concepit me mater mea.
Pues he aquí, fui concebido en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre.
Ecce enim veritatem dilexisti, incerta et occulta sapientiae tuae manifestasti mihi.
He aquí, amaste la verdad; lo desconocido y oculto de tu sabiduría me manifestaste.
Asperges me hysopo, et mundabor; lavabis me, et super nivem dealbabor.
Purifícame con el hisopo, y estaré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.
Auditui meo dabis gaudium et laetitiam, et exultabunt ossa humiliata.
Dale a mís oídos gozo y alegría, y exultarán los huesos humillados.
Averte faciem tuam a peccatis meis, et omnes iniquitates meas dele.
Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades.
Cor purum crea in me, Deus; et spiritum rectum innova in visceribus meis.
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y renueva un espíritu correcto dentro de mí.
Ne proicias me a facie tua, et Spiritum Sanctum tuum ne auferas a me.
No me expulses de tu presencia, ni me quites tu Santo Espíritu.
Redde mihi laetitiam salutaris tui, et spiritu principali confirma me.
Devuélveme la alegría de tu salvación, y fortaléceme con un espíritu noble.
Docebo iniquos vias tuas, et impii ad te convertentur.
Enseñaré a los inicuos tus caminos, y los impíos se convertirán a Ti.
Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae; et exultabit lingua mea iustitiam tuam.
Libérame de la sangre, oh Dios, Dios de mi salvación; y mi lengua exultará tu justicia.
Domine, labia mea aperies; et os meum annuntiabit laudem tuam.
Oh Señor, mis labios abrirás; y mi boca proclamará tu alabanza.
Quoniam si voluisses sacrificium, dedissem utique; holocaustis non delectaberis.
Pues no habías querido sacrificio, te lo hubiera dado; holocausto no habrías deseado.
Sacrificium Deo spiritus contribulatus; cor contritum, et humiliatum, Deus, non despicies.
Los sacrificios a Dios son espíritus quebrantados; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua Sion; ut aedificentur muri Ierusalem.
Sé benigno, oh Señor, en tu buena voluntad con Sión; y edifica los muros de Jerusalén.
Tunc acceptabis sacrificium iustitiae, oblationes, et holocausta; tunc imponent super altare tuum vitulos.
Entonces aceptarás los sacrificios de justicia, las oblaciones, y los holocaustos; entonces se ofrecerán novillos sobre tu altar.
The choir of Claire College, Cambridge. Timothy Brown:
Miserere mei, Deus. Tenebrae choir:
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