Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

31.5.18

Diario de Santa Gemma Galgani [42]


Sábado, 1 de septiembre de 1900
Esta mañana, de madrugada, me despertó ([El ángel de la guarda]) y me dijo que hoy recibiría respuesta.

- ¿Cómo? - Le pregunté.

- Ya lo verás - , me dijo riendo.




Todo el día lo he pasado sin tentación alguna; pero al caer la tarde me sobrevino una de improviso y de la manera más repugnante. No creo oportuno referirla aquí, porque sería demasiado...

¿Quién habría imaginado que mi querida Mamá iba a venir a visitarme? Yo ni siquiera lo pensaba, porque creía que mi mala conducta no se lo permitiría; pero, no obstante, tuvo compasión de mí, y al poco rato me sentí recogida interiormente; luego sucedió lo de siempre: que se me fue la cabeza. Me hallé con mi Mamá Dolorosa. ¡Qué felicidad en esos momentos! ¡Qué dulce es proferir entonces el nombre de madre! ¡Qué satisfacción no se siente en esos momentos! Explíquelo quien pueda. Pasados unos momentos de conmoción, me pareció que me tomaba sobre sus rodillas y, haciéndome reclinar la cabeza sobre su seno, me tenía así por un poco de tiempo. Mi corazón se sentía en esos momentos plenamente feliz y contento; no tenía más que desear.

- ¿No me amas sino a mí? -. Me preguntaba de vez en cuando.

- ¡Ah, no! - le respondía -. Antes que a ti amo a otra persona.

- ¿A quién? -. Me preguntaba, aparentando no saberlo.

- Es una persona a quien yo quiero mucho, más que a nadie; la quiero tanto, que en este mismo instante daría mi vida por ella; por ella no me cuido ni de mi cuerpo.

- Pero, dime quién es-, seguía preguntándome, impaciente.

- Si hubieras venido la otra tarde, la habrías visto conmigo. Ella viene conmigo muy de tarde en tarde; yo, en cambio, voy a verla todos los días, y aun varias veces al día; si pudiera ... ¿Y sabes, Mamá mía, por qué procede así? Porque quiere probar si soy capaz de amarlo estando así alejado; pero yo, cuanto más Él se aleja, tanto más me siento arrastrada hacia Él.

Volvía a repetirme:

- Anda, dime quién es.

- No, no te lo digo - replicaba yo-. Si vieras, Mamá mía: se parece mucho a ti en la belleza, y su cabello es como el tuyo.

Y mi Mamá, acariciándome, me decía (según me parece):

- Pero, ¿a quién te refieres, hija mía?

Y yo, ya en voz alta, le dije:

- ¿No me entiendes? Me refiero a Jesús. A Jesús-, repetí todavía más fuerte. Me miró sonriente y me abrazó apretadamente. Luego dijo:

- Ámalo, ámalo mucho, y ámale a Él solo.

- No temas - le respondí -, que nadie en el mundo podrá gustar de mis afectos, fuera de Jesús.

Nuevamente me abrazó, me pareció que me besaba en la frente; me desperté y me encontré tendida en el suelo, con el Crucifijo cerca.

Quien me lea, vuelvo a repetirlo, que no crea nada de estas cosas, porque todo es pura fantasía; me someto a escribirlo, porque así lo exige la obediencia; si no, no escribiría nada. Espero que andando el tiempo cese mi repugnancia a escribir ciertas cosas, pero por ahora es cada vez mayor: siento una pena tal que no la puedo sufrir y me parece morir.

Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario