Juan Bautista Bosio fue un reo llevado a ajusticiar en el siglo XVII. Su mala vida cargada de vicios le llevó ante la justicia y, según cuenta el venerable fray Lezana, le condenaron a muerte en la horca. Tras tres años en espera de ejecutarse la sentencia, el condenado reconoció su mala vida pasada y decidió enmendarse, recurriendo a María Santísima, Madre de Piedad y de Misericordia, vistiendo el santo escapulario de su Orden Carmelitana.
Amparado en esta santa prenda, suplicaba a la Madre del Señor que le librase de la muerte para seguir mejorando su vida. Nuestra Señora escuchó sus ruegos y, cuando estaban a punto de ajusticiarle, arrojándolo el verdugo de la horca para que se asfixiara, las cuerdas se rompieron ante la presencia de todo el pueblo.
Tras examinar las sogas y las circunstancias en que se dio tal hecho, las gentes lo aclamaron como un milagro manifiesto, llegando la noticia al Duque de Feria, por aquel entonces gobernador de Milán, el cual decidió retirarle el castigo ante los hechos, mostrando con ello que era un milagro de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Así, el condenado cambió de vida y se hizo religioso, siendo hermano lego en un convento de los carmelitas, donde vivió y acabó muriendo con gran virtud.
Pidamos pues, queridos lectores, a Nuestra Reina y Señora María Santísima del Carmelo, que vistiendo su sagrado escapulario mejoremos, mediante su intercesión ante Jesucristo, nuestra vida, para que perseveremos hasta el fin de nuestros días en gracia y tengamos la gran gloria e inmensa alegría de besar sus pies en el Cielo. Que así sea y Dios nos lo conceda.
| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario