Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

4.9.17

La necesidad de las obras de piedad


Muy devota de las ánimas del purgatorio fue la madre Catalina de San Angelo, hija de padres muy nobles, y ella muy humilde. Fue esta la virtud en que más atención puso, y para conseguirla, no había bajeza que no se atribuyera. Temía ser honrada, por lo que pudiera apartarla de Dios. En el ropero, en la enfermería, en ministerios semejantes se hallaba más contenta; y con tanto silencio y caridad procedía en todos, que era edificación a los demás. En el coro, aún después de perdida su salud, era perseverante, y las horas de oración siempre las hacía de rodillas, y con lágrimas, especialmente cuando iba a comulgar.

Los largos tiempos que del sueño le quitaba su enfermedad, los dedicaba al trabajo manual, a la lectura de libros devotos y a la ayuda de las ánimas del purgatorio. Así espiró, en olor de santidad.




La misma Santa Teresa decía: "dichosa yo, si mis oraciones llegan a sacar a un sola alma del purgatorio, pues la tendré por mi abogada en el Cielo". Lo mismo harán con nosotros, si nos damos a satisfacer a las penas que ellas padecen, pues el fuego de esta vida parece pintado si lo comparamos con el del purgatorio.

A Santa Gertrudis desde el purgatorio le dijo un ánima: "ahora veo que por haber recibido, estando en el mundo, de buena voluntad y con devoción el Santísimo Sacramento, recibo en este estado saludable medicina, remedio para mis penas, gustos y consuelos inefables del mismo Señor, que se quiso ofrecer por mí".

Por muy necesitados que estemos, no deberemos excusar socorrer por mano de obras de caridad hacia los pobres a las ánimas, como no se excusó la pobre viuda de Sarepta de recibir en su casa a San Elías, mientras que todos le echaban de las suyas porque morían de hambre y ella, aún necesitada, que solo tenía un puñado de harina, recibió al instante del Señor bienes, y su alma con las riquezas del poder divino.

Hermano, el ejemplo de esta pobre viuda no te disculpa, aunque te excuses, diciendo que eres pobre y no puedes hacer limosna y ofrecer misas; allá en el otro mundo, en el tribunal de Cristo no te parecerá así, y te replicarán diciendo: si midieras tu necesidad a vista de aquellas penas, siempre ahorrarás algo para limosnas y misas, pero como lo estás midiendo a vista de gusto, y conveniencias, buscas solo para ti el socorro, y solo dices estar pobre para las ánimas. Tiempo vendrá en que todo se medirá con igualdad. Al que quiere socorrer a las ánimas del purgatorio no le falte voluntad, que el poder nunca faltará: si no puedes hacer limosna por ellas a los pobres, puedes hacer decir misas, y si tampoco eso puedes, puedes hacer otras obras: puedes también ofrecerles limosnas espirituales, a las cuales se está siempre dispuesta la iglesia, dándonos la oportunidad de ganar indulgencias por ellas, que son las obras y méritos de Cristo Nuestro Señor, de la Virgen Santísima, y de los santos, que del tesoro de la Iglesia se les aplica, y con ellas se suple a lo que les falta de obras buenas.

En la Iglesia primitiva los cristianos vivían tan santamente que las indulgencias no eran necesarias, y si alguna vez por flaqueza humana caían en algunos pecados, se levantaban luego con grandes penitencias, como se lee en la historia de los santos padres; ahora, como los tiempos se mudaron, viendo el gran descuido que tenemos en ofrecer sufragios de buenas obras para aquellas almas benditas, y compadecida de esto la Santa Iglesia, nos invita a cada paso y con muy leves cargos y esfuerzos, con indulgencias y con participaciones activas como en el del santo hábito de Nuestra Señora del Carmelo, para que las ganemos por ellas.

Nos conviene que tomemos no solo una, sino muchas indulgencias plenarias, y fuera de ellas ofrezcamos muchas otras obras y sacrificios, porque como el efecto del remedio se ha de alcanzar por modo de sufragio, explican los teólogos, por modo de ruegos, se deben multiplicar estos actos.

Para conseguir indulgencias es muy necesario que la oración y ruegos se hagan con fervor y atención, esto conviene siempre, pero mucho más cuando se obra para conseguir estos beneficios. Y si queremos obrar con más acierto, para provecho nuestro y sufragio mayor de las ánimas, cuidemos en las obras que hagamos, hacerlas en gracia de Dios, dirigiéndolas con algún acto de contrición, diciendo: "Pésame, Señor y Dios mío, de haberos ofendido, por ser vos quien sois. Espero el perdón de vuestra mano, y propongo con vuestra gracia y ayuda no ofenderos jamás gravemente". Pues donde hay culpa, no se perdona la pena: verdad es que ayudan estas obras para salir de la culpa, y siempre es bueno hacer buenas obras, y cuando no dan gracia, porque se hacen en desgracia, pueden inclinar la Piedad Divina para ponernos en gracia el alma, porque su piedad no se ejecuta solo con los justos, sino con los pecadores: "Non veni vocare iustos, sed peccatores" ("No vine a salvar a los justos, sino a los pecadores").

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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