Podríamos definir a las gracias divinas, en lenguaje coloquial y fácil de entender, como "favores" que Dios les otorga a los hombres. Para recibir una gracia divina no hay por qué hacer necesariamente nada especial, Cristo nos da un ejemplo cuando habla de la posibilidad de salvación de los ricos: "para los hombres es imposible, pero no para Dios" (Lucas 18:27), en clara referencia a que si Dios lo desea, el rico puede salvarse.
No obstante es cierto que, y así lo entendió la Iglesia desde bastante antiguo, para facilitar la recepción de las gracias la persona a de tener una cierta, digamos, "predisposición". Dios derrama múltiples gracias a todos, y de todo tipo, pero ni aún los cristianos más fervorosos son a veces capaces de aprovecharlas en toda su amplitud. Las gracias no aprovechadas simplemente se pierden, dejando de realizar su cometido santificador y pudiendo hacer que la persona, a su vez, se aleje más y sea más inaccesible a nuevas gracias.
San Juan Bautista María Vianney, el Cura de Ars, decía que Dios reparte a todos sus gracias a las primeras horas de la mañana, con el fin de que, con ayuda de ellas, el destinatario pueda superar las pruebas y tentaciones del día. Para este gran santo era muy importante ese momento del día, y recomendaba ponerse cada mañana en actitud orante y humilde rogándole a Dios sus bendiciones.
Hemos dicho que la persona debe estar en disposición de recibir las gracias, de lo contrario será como una antena de radio que está encendida, pero no sintonizada con ninguna emisora de tal modo que, aunque sea capaz de recibir las ondas de una emisora, sólo se escuchará ruido. Con las gracias ocurre algo similar, y por eso en ocasiones Dios impulsa o, por decirlo de alguna forma, "fuerza" las cosas y hace que los acontecimientos nos muevan a situaciones en las que podamos recibir mejor esas gracias. Volviendo al ejemplo de la radio, es como si una mano moviese en su posición al aparato receptor de radio para que al menos reciba la señal de la emisora, aunque sea con dificultad, e impulsar de esa manera a que nosotros manejemos el dial y lo ajustemos a la sintonía correcta.
Vemos esto muy claro tomando como ejemplo a San Francisco de Asís, que a pesar de su más o menos cómoda posición, Dios decidió remover su alma con circunstancias y enfermedad hasta que por fin cayó en la cuenta de cómo debía servir a Dios.
El Señor no fuerza a nadie a seguirle, pero intenta advertirnos por todos los medios diciéndonos de una u otra manera "cambia de actitud, busca salvarte o te perderás para siempre". Y es que Él no quiere que nadie se condene.
Como acabamos de explicar, Dios dispensa todas sus gracias generosamente y alcanzan a todos, entonces, ¿por qué parece que unos reciben más, y otros menos? Pues porque las aprovechan mejor.
La Santísima Virgen María es llamada por la Iglesia como "la llena de gracia", porque ella recibió enormes "favores" de Dios, pero si hacemos memoria en el momento de la anunciación, veremos que el ángel le da la noticia y ella responde: "hágase". Esa es la actitud de recepción de las gracias y, en realidad, de la voluntad divina. Podemos rechazar las gracias, Dios nos permite elegir no recibirlas, decirle "al ángel" que nos visita que se vaya por donde ha venido, y punto.
A este respecto hay que tener en cuenta que cuantas mas gracias recibamos, por regla general más tenemos que disponernos a sufrir. Las gracias son gratuitas, pero conllevan muchas veces diversos sufrimientos porque la vida del cristiano (y del hombre en general, sobre la tierra) es "una pelea constante" ("Militia est vita hominis super terram, et sicut dies mercenarii dies ejus" -"La vida del hombre sobre la tierra es una pelea constante, y como días de mercenario son su días"-. (Job 7:1)).
Muchas personas piden no sufrir, o quieren huir del dolor, de manera que Dios les da las gracias imprescindibles para salvarse. No es que teman pasar su vida en la mediocridad (religiosamente hablando), es que piden y desean poder pasar su vida en esa mediocridad. "No me des trabajos, no me des prisiones por anunciar tu Evangelio, no me des dolores y castigos por ser un buen cristiano, quiero ser un cristiano mediocre, ir a misa una vez a la semana, rezar de cuando en cuando una oración, y el resto del tiempo ser como un mundano. Hazme del montón", le vienen a pedir. La verdad es que luego acaban sufriendo igual o más por otras cosas, pero no les importa porque, la mayoría de las veces, pasan su vida tan entretenidos con el mundo que ni lo ven ni se dan cuenta.
Dios, por lo tanto, provee abundante y generosamente de gracias para todos, en la medida en que nuestra personalidad, forma de ser, coyuntura y circunstancias las necesitemos. No es que sea injusto en su reparto, lo cierto es que es enormemente generoso, pero nosotros, como receptores, ni queremos ni estamos en disposición y otras veces ni nos apetece recibirlas, y así es como los santos pareciera que recibieron muchas más gracias que nosotros, y la realidad es que se esforzaron más que nosotros en aprovecharse de ellas.
Obviamente, no son las mismas gracias las que recibe un disminuido psíquico que un deportista de élite que goza de buenísima salud, como no son las mismas las que recibió San Ignacio de Loyola y la Santísima Virgen María. Unas estaban destinadas a ser la Madre del Señor, y las otras a llevar a cabo obras bien distintas. Pero también es cierto, a su vez, que pocos sufrieron como María al pie de la cruz, y que pocos tuvieron la responsabilidad de tener a su cargo al mismísimo Hijo de Dios en su infancia, como tuvieron San José y Santa María.
Seamos, pues, unos "buenos receptores" de gracias, pidamos al Buen Dios no solo que nos las envíe en abundancia, que hemos visto que lo hace, sino que sepamos aprovecharlas ampliamente y en toda su extensión, para que podamos recibir nuevas y crecer en nuestra vida cristiana y caminar así con más tranquilidad y seguridad a la eternidad. Esa debe ser nuestra petición constante y nuestro clamor diario cada amanecer. Dios, que es benevolente, no dejará de escucharnos y de ayudarnos para poder alcanzar la salvación que es, a fin de cuentas, la meta a la que aspiramos: poder amarle y alabarle eternamente. Que Cristo Jesús nos auxilie para transitar por este mundo sin perder nuestra alma. Amén.
Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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ResponderEliminarEl reparto de la gracia del SEÑOR es un misterio, antes de la creación del mundo Él ya nos conocía, creo que esa gracia ya estaba establecida desde antes de nuestra creación,cada uno lo suyo, tengo una opinión personal al respecto, pero me la guardo, mejor que sea la palabra de DIOS la que hable.
ResponderEliminarEfesios 1: 4-12
4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo,
10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,
12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo
Amén.