Letanías de nuestra señora la Virgen del Monte Carmelo:
Guía entre sombras.
La fe es oscuridad y, en muchas ocasiones, oscuridad absoluta. Quien desee ver y palpar las realidades divinas y espirituales con su cuerpo mortal está muy equivocado y erra completamente. La fe es oscuridad, y si esta oscuridad nos asusta y nos aterroriza en la vida presente, podemos imaginarnos lo que nos aterrorizará en el camino hacia la otra vida.
Los sufrimientos de ahora, penas y dolores, son en ocasiones muy graves y profundos, afectan a nuestro bienestar, a nuestra salud, nos turban el espíritu y nos postran en la desesperación.
Pero todo ese sufrimiento, por muy grande y dañino que sea, se ve aliviado, al menos en parte, por la esperanza de que tarde o temprano se terminará. No estamos en este mundo para siempre y, sea cual sea el problema o el reto al que nos enfrentemos, no puede traspasar a la muerte: todo termina ahí. Nada pasa sus fronteras.
Sin embargo, en la otra vida el sufrimiento no tiene final. No podemos tan siquiera hacernos a la idea de lo que supone enfrentarse y soportar mil muertes de muertes, y sin esperanza alguna saber que tras esas miles vendrán miles más, sin posibilidad de escaparse de ellas, sin tregua, sin alivio de esperanza alguna. Sin compasión ni aliento. Sin que nada de lo que hagamos puedan evitarlas.
Muchas personas, cuando se enfrentan en este mundo caduco con problemas sean del tipo que sean (de salud, de dinero...), los ven como un muro infranqueable. Aunque se les hable de esperanza, de un más allá, responden que eso está muy bien pero que ahora quieren solucionar "los de más acá", los inmediatos, resistiéndose a la voluntad divina. Si usaran ese miedo en su propio provecho no solo aliviarían sus penas, sino que descubrirían la auténtica realidad tras la vida material del mundo presente que se esconde. Porque si se desesperan y se lamentan tanto con esas dificultades que, de una u otra forma, serán pasajeras (porque todas, sean cuales fueran, acabarán en la muerte), ¿qué sentirán ante esas mismas dificultades, pero en lugar de ser pasajeras, en un suplicio eterno? Solo pensarlo debería hacernos palidecer, si aún tenemos un atisbo de calidez en el alma.
Y todos esos sufrimientos agónicos, interminables y sin la suave fragancia relajante de la divina esperanza, son los que padecen las ánimas en pena.
Como Guía entre Sombras, la bienaventurada Virgen del Carmelo nos apura a llevar una vida santa, una vida en íntima relación con Dios, una vida en plenitud. Porque nadie mejor que ella conoce los secretos insondables de la vida eterna, y de su mano, como guía segura y Madre amorosa, podremos partir hacia ella con confianza. Es tal su anhelo de ayudarnos a santificarnos, que nos promete su auxilio y consuelo y liberarnos si tenemos la mala fortuna de vernos caídos en el reino de las sombras eternas, de la oscuridad sin alivio en el cual la soledad nos devora, alejados de Dios, de su luz divina, y de sus consuelos.
Ella nos llevará para guiarnos y socorrernos entre senderos de perdición hacia las elevadas cumbres de luz, entre grutas de desesperación, donde habitan las almas atormentadas, hacia los claros valles donde nunca se apaga el sol. Ataviados con su manto, protegidos por su santo vestido, nos guiará entre el camino de las sombras a la tierra de promisión. Y entre los riscos del dolor de las ánimas yacentes en purgante pena, acudirá presta en nuestro auxilio.
Cuando estamos perdidos o vamos a visitar un lugar desconocido, siempre intentamos conseguir el mejor guía que podamos, porque él conoce los peligros y nos puede dar muy buenos consejos. Dejemos, pues, que la Madre del Señor sea nuestra Guía, y aunque estemos entre las más negras sombras, confiados y tras sus pasos podremos vernos rescatados y a salvo sin ningún temor.
| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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