Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.10.19

La Escuela del Sagrado Corazón de Jesús: 4. La meditación y el acto de presentación


Cualquiera que sea la posición o las ocupaciones de un fiel adorador, no hay circunstancia ninguna en que no se pueda hacer alguna meditación. El método indicado más adelante es accesible a todos, y esta santa práctica es más fácil de lo que generalmente se cree.

Toda persona, aún la más sencilla, reflexiona lo que quiere hacer, piensa en lo que ama. Esta es la meditación en el orden natural de las cosas. Respecto a Nuestro Señor, es más fácil todavía, sobre todo cuando se tiene algún amor a este dulce Maestro, algún deseo de imitarle y agradarle.





ORATORIO CARMELITANO



Veremos a continuación cómo se puede hacer, cuando no se tiene más que cinco minutos en la mañana o en la noche para este ejercicio. Si está solo y libre en su habitación, se pondrá de rodillas; si esto no es posible, se retirará simplemente dentro de su corazón, y allí, postrado en espíritu delante de su Salvador, le dirá sencillamente y con confianza: "Señor, enseñadme a orar; Espíritu Santo, Santa María, mi buena Madre, Ángel mío custodio, santos Patronos, ayudadme, obtenedme la gracia de hacer bien mi meditación".

Leer una página de la Imitación de Cristo o del Evangelio, o los Salmos, o cualquier otro libro bueno y religioso; reflexionar dos minutos sobre esta corta lectura. O bien estudiar alguna de las virtudes del divino Corazón: su paciencia, su dulzura, su pobreza, su obediencia hasta la muerte, su soledad en los santos Tabernáculos por todo el mundo, su estado de muerte y Víctima en el altar, etc.

Poner nuestro corazón en paralelo con el de Jesús, prever las ocasiones en que durante el día podrá practicar la virtud que se ha meditado por la mañana.

Tomar con este objeto una sola, pero enérgica y decidida resolución. Por ejemplo, de no hablar mal de tal sujeto, si se ha meditado la caridad de Nuestro Señor; de no impacientarse con tal persona, si se ha considerado la dulzura del buen Maestro; de llevar con paciencia tal pena o adversidad, tal contradicción en el día con resignación, si se ha meditado sobre los sufrimientos de Jesús.

Después de esto, dar gracias a Nuestro Señor por habernos sufrido en su divina presencia, pedirle que nos bendiga, y terminar la corta meditación con el Sub tuum, o con un acto de amor a Dios.

Se pueden también meditar con fruto el evangelio del día, o las lecturas que tocan dentro del tiempo eclesiástico. En fin, lo más sencillo de todo es meditar las oraciones vocales que se saben de memoria.

Este método, a pesar de lo sencillo y breve que es, parecerá, sin embargo, imposible en ciertos días, con ciertas disposiciones del alma, embargada por las ocupaciones, abatida por el desconsuelo, postrada por el sufrimiento, no encontrará ni la facilidad, ni la energía suficiente para dedicar cinco minutos a Jesucristo y a nuestros intereses espirituales. Pues al menos, estas almas queridas del Señor, y por lo mismo tan probadas, no podrán negarse a ir en espíritu cerca de Nuestro Señor, y aunque no hagan otra cosa sino exponerle sus penas y presentarse ante Él en su pensamiento, mostrarle sus turbaciones, su imposibilidad absoluta, presentándole su triste corazón fatigado por los negocios, perseguido por las tentaciones, lacerado con mil penas..., que vayan a buscar un poco al menos de reposo y consuelo a los pies del mejor de los amigos, del más tierno y cariñoso de todos los padres.

Que se contente, así, con mirarle, si no pueden hablarle; con esta mirada implorarán su misericordia. Se levantarán más fortificadas, aliviadas, curadas tal vez, porque el Corazón de Jesús es la misma misericordia y el mismo amor.

Aunque otra cosa no hicieren, sino pasar materialmente estos cinco minutos con Dios sin sentir ningún afecto, ni en su espíritu ni en su corazón completamente seco, vengan, vengan y permanezcan allí honrando a Nuestro Señor como si fueran estatuas que adornan su Santuario.

Al menos habrán hecho un acto de presentación; Jesucristo las habrá visto a sus pies y esto basta a su ternura. Las gracias caerán abundantemente sobre su corazón, sobre estas almas tan amadas. Hagan la prueba.


Sub tuum (latín):

Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix.
Nostras deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.


Sub tuum (español):

Bajo tu protección nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!