Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

17.11.19

Mes de noviembre dedicado a las ánimas del Purgatorio. Día 17


- Ver días previos -.

Mes de noviembre en sufragio de las benditas almas del Purgatorio.

Por la señal de la Santa Cruz...

OFRECIMIENTO:
Altísimo Señor, os ofrezco todas las penas que padeció vuestro amado hijo Jesús en su Pasión y muerte, y las de su Santísima Madre María, en reparación de todas mis culpas y pecados, con el firme propósito de no ofenderos más.

Misericordia, Dios mío, misericordia y perdón.

También os ruego, Dios de bondad, por la conversión de todos los pecadores, y por las almas del Purgatorio, para que pronto gocen de vuestra gloria por toda la eternidad.




DÍA 17 DE NOVIEMBRE: De la alegría que tienen las almas del Purgatorio al salir de él.
Si Dios Nuestro Señor puso en este mundo tantas bellezas siendo un lugar de miserias y un valle de lágrimas para el hombre desterrado, ¿qué hermosura y brillantez habrá en aquel Palacio que creó para su Madre Santísima, para todos los espíritus bienaventurados y para Sí mismo? Si tanto hizo por los desterrados, ¿que no habrá hecho por los que se salvan? Nuestro entendimiento en su limitación no puede llegar a hacerse ni una vaga idea de lo que es la Patria de los bienaventurados. Y aún así, toda esta hermosura no puede compararse con la hermosura de un alma glorificada.

Un alma bienaventurada está adornada con la gracia santificante y es templo vivo de la Santísima Trinidad. Al instante de salir del Purgatorio, el mismo Dios las reviste resplandecientemente y de tal hermosura que si pudiésemos verlas creeríamos que se trata, más que de la criatura, del Creador. Con cuánto anhelo esperan estas almas el momento de abandonar su terrible cárcel y llegar a ver cara a cara la majestad infinita de todo un Dios; la hermosura de la Virgen Santísima, Madre y Reina, y la dicha de los bienaventurados, muchos de ellos compañeros suyos de los sufrimientos del Purgatorio.

Tengamos mucha devoción a las almas purgantes, trabajemos por proporcionarles el alivio que esté en nuestras manos; que pronto puedan abandonar sus penas para pasar al estado de la Gloria Eterna del reino de los Cielos.

SALUTACIÓN A LAS CINCO LLAGAS DE JESÚS:
I.- Yo os adoro, Santísima Llaga del pie izquierdo de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, que perdonéis los extravíos con los que tanto os ofendí, y tened compasión de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

II.- Yo os adoro, Santísima Llaga del pie derecho de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis cuantas veces me aparté del cumplimiento de vuestra santa y divina Ley, con las que tanto agravié a Vuestra Majestad, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

III.- Yo os adoro, Santísima Llaga de la mano izquierda de nuestro Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis el que tantas veces haya cerrado mis oídos a los clamores de vuestra divina voz, con la que queríais apartarme del camino de la perdición, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

IV.- Yo os adoro, Santísima Llaga de la mano derecha de mi Redentor Jesucristo, y por la sangre que se derramó de ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis mis muchas ingratitudes a tantos beneficios recibidos de vuestra mano, y tened piedad de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

V.- Yo os adoro, Santísima Llaga del costado de mi Redentor Jesucristo, y por ella os suplico, Señor y Dios mío, me perdonéis todas las penas y aflicciones que con mis culpas causé a vuestro amabilísimo Corazón. Dignaos purificar todos los afectos de mi alma, concededme gracia para que os ame siempre, y tened misericordia de las almas del Purgatorio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

ORACIÓN FINAL
¡Oh, gloriosa Virgen María del Monte Carmelo, y Madre de Bondad!, compadeceos de las benditas almas detenidas temporalmente en el fuego del Purgatorio, lejos de Dios y de Vos, que sois la Madre de Misericordia. Romped sus cadenas y libradlas del abismo donde gimen, anhelosas de su patria celestial y suspirando por el momento feliz de su unión para siempre con Dios, a quien su corazón desea con vehemencia. Tened piedad de un modo especial de las almas más abandonadas, os ruego por ellas muy particularmente. Oh, Madre de bondad, dignaos aceptar mis ruegos. Os lo suplico, oh María: reunidnos a todos en el Cielo, cerca de Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo adorable, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com