Éste es el Corazón de Jesús que tanto ama a los hombres.
Ahí estás, ofreciendo tu pan que fortalece y da vida. Pan que repara las fuerzas del cuerpo fatigado y del espíritu débil. Sigues ofreciéndonos todo lo mejor, sigues ofreciéndote a ti mismo.
Te presentas con tu cuerpo herido y frágil.
Con tus manos desgastadas por hacer el bien, con tus pies firmes surcados por el cansancio de los caminos andados. Manos y pies heridos, atravesados, rotos. Heridas que son testimonio de tu gran obra de amor y reparación.
Al mismo tiempo veo también un cuerpo vital, fuerte, saludable, nuevo. Porque representas la verdad, el hombre nuevo, el Cristo pascual. En ti se puede contemplar al Dios verdadero; realidad que rompe nuestra historia para devolverla al punto de partida, a la fuente de donde brota el agua viva.
