Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

30.12.23

Preces en poética, para acción de gracias



Mi corazón, ¡oh Dios!, en tu presencia, bendice a tu Providencia por los dones que recibe de tu mano, reconociendo tus favores, mientras te rindo gracias de rodillas.

¡Oh, cuántas maravillas sabes obrar, Señor! ¡Cómo en provecho del hombre, lo enalteces o lo humillas, dándole júbilo o aflicción!

Yo lo confieso: siempre encontré tu patente bondad en los diversos sucesos de mi vida, y hoy que se siente mi alma fortalecida, y un nuevo beneficio viene a colmar su gratitud profunda, tu nombre glorioso me atrevo a celebrar, tributándole el gozo que me inunda.

¡Oh, quién tuviera en tan dichoso día las voces de los cielos y la tierra, para cantar en himnos, de alegría, los sentimientos que mi pecho encierra!

¡Quién pudiera, Señor, de tus piedades glorificar la mística dulzura, y difundir por todas las edades del fuego de tu amor la llama pura!

Pero no alcanza, ¡Bienhechor Divino!, no alcanza de mi pecho el pobre aliento (por más que agote su poder mezquino y le preste su afán atrevimiento) ni a balbucear tu nombre sacrosanto.

Permite, pues, que diga mi silencio lo que no puede decir el canto; y mientras tu alta gloria reverencio con muda admiración y tierno llanto, por mí te alaben los celestes coros, que envueltos de tu luz en resplandores, pulsan las liras de oro, donde eternamente suenan tus loores.

Concédeme además que, en el instante de abandonar el mundo, conforte tu bondad mi pecho amante, y te bendiga mi labio moribundo.

Concédeme, Señor, como corona de todas tus mercedes, el que -por aquella Divina Sangre que me colma y a quien negar ninguna gracia puedes-, después de la presente y frágil vida, en la eterna que guardas a tus hijos te cante mi alma agradecida, entre celestiales y amorosos regocijos.

Así sea.


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