Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

22.11.23

Canto al dulce nombre de María



Nadie jamás a vuestro amparo augusto
inútilmente se acogió, Señora.
Vos escucháis al pecador y al justo
pues ningún hombre a vuestras plantas llora,
y su esperanza o su dolor os fía
que todos hayan en Vos clemencia,
y ante la soberana omnipotencia
derecho a la piedad, ¡Salve, María!

¡Salve cien veces, Madre poderosa
del Redentor Divino!
Salve, oh del cielo estrella luminosa,
que la senda alumbráis del peregrino
cuando se pierde en noche tempestuosa.




¡Oh Reina! ¡Oh Madre!, de mi humilde acento
no despreciéis la débil alabanza,
que si a ensalzar no alcanza vuestra gloria,
que asombra al pensamiento,
nace del sentimiento
de un pecho agradecido,
que al fuerte impulso del amor que encierra,
con vuestro nombre plácido y querido
llenar quisiera la anchurosa tierra.

Dejadme, pues, que ardiente lo proclame:
que ese nombre feliz, mil y mil veces
resonando en mis preces,
su dulzura suavísima derrame
de mi existencia en las veloces horas,
santificando las que plazca al cielo
darme consoladoras,
y siendo en las amargas mi consuelo.

¡María! ¡Oh, sí, María! Yo os invoco,
ya con alma gozosa, ya afligida,
como a constante norte de mi vida;
y hora del mundo entre bullicio loco,
hora en la paz de plácido retiro,
tienda la noche su solemne sombra,
fulgure el sol en su brillante giro,
siento que en leda calma
siempre que el labio os nombra
se fortalece y purifica el alma.

¡María, dulce María!
¡Madre del amor bello! ¡Fuente de poesía!
grabadme ese nombre como un sello dentro del corazón,
y el regio manto tended cubriendo la miseria mía,
para que ante los ojos del Dios santo
sin que su augusta majestad se ofenda
pueda de adoración rendirle ofrenda.

En cambio de ella los sublimes dones
de su gracia me alcance vuestra mano
y lléneme el presente soberano
con vuestras bendiciones.

Esto os pido, Señora, y esto ansío,
esto os pido por mí, por cuantos amo,
todos a vuestro amor se los confío,
y por todos con júbilo os clamo
remedio y esperanza y alegría de la prole de Adán:
por todos beso vuestro alto nombre y su poder admiro,
mientras lo guarda el corazón impreso
para que endulce, ¡oh Reina! mi agonía...
pues sonará con mi postrer suspiro
el dulcísimo nombre de María.


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