Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

6.11.23

El Te Deum en paráfrasis



A Ti, ¡oh Dios, tributa alabanza nuestro labio reverente,
a Ti de cuya diestra omnipotente procede cuanto bien el hombre alcanza.

Todos los tiempos llena de tu bondad la inenarrable historia,
y en cielo y tierra sin cesar resuena
la aclamación de tu infinita gloria.

A Ti los querubines
que de tu luz reflejan los destellos,
los puros serafines
y los ángeles bellos,
que en fuego eterno de tu amor se inflaman,
¡Santo! tres veces a una voz te aclaman
con respetuoso anhelo,
y en ecos de las bóvedas del cielo
repetido es su canto:
¡Santo!, se oye por doquier, !Santo! ¡Santo!




Ejércitos de mártires triunfantes,
apóstoles, profetas inspirados,
las vírgenes amantes
y cuantos justos en tu empíreo moran,
de tu amor abrasados
tu nombre ensalzan, tu grandeza adoran.

A Ti la iglesia santa
por todo el orbe extenso
te confiesa y te canta
Padre inmortal de poderío inmenso.

Con tu nombre sublime
celebrando también el nombre amado
del Hijo Salvador que nos redime,
del Verbo por tu amor en Ti engendrado,
y al paráclito Espíritu Divino
que de los dos procede coeterno,
y es en solio superno Dios,
con el solo Dios que es Uno y Trino,
Tú, ¡Cristo Celestial!, que el ser humano
tomando de una Virgen en el seno
te hiciste nuestro hermano.

Tú, que de oprobios lleno
pasaste por un mundo que es tu hechura.

Tú, que a la tumba oscura
bajaste cual despojo de la muerte,
y al someterte al golpe de la saña
por prodigio de amor, rompiste fuerte
su sangrienta guadaña.

Tú, que a la diestra augusta
de tu Padre divino estás sentado,
y a dar al mundo la sentencia justa
vendrás el postre día
de excelsa gloria y majestad cercado.

Vuelve a nosotros tu mirada pía,
dignándote, Señor, por tu clemencia
conservar esta herencia
con tu sangre comprada
haciéndo que te ame cual de ti es amada.

Grey tuya somos, aunque grey indigna,
y humildemente nuestra voz te implora:
¡piedad, Jesús!, que tu piedad benigna
salve a tu grey ingrata y pecadora.

A ella tu augusta bendición descienda
cual te pide ferviente:
que la rija, Señor, y la defienda
tu brazo omnipotente,
hasta que, con tu gracia enriquecida
llegue a la eterna vida
donde entre goces supremos
por siglos de los siglos te ensalcemos.

Toda nuestra esperanza en Ti se funda
y de Ti aguardo, ¡oh Dios!, y en Ti confío
que no dejarás que mi alma se confunda
en la mansión precita del impío.

Amén.


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