Los discípulos estaban encerrados, sin salida, la mañana del domingo, porque el miedo a los judíos, la traición del amigo, el fracaso del proyecto, la muerte implacable..., aprietan el pecho, paralizan el cuerpo y cierra la vida como piedra de sepulcro.
Los discípulos estaban encerrados. Entró Jesús y abrió de par en par el miedo a la alegría, la traición al encuentro, el fracaso a la comunidad, y la muerte a la vida.
Rompió los cerrojos de la puerta y del espíritu.
Y la comunidad se abrió a la vida nueva.
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