Quiero buscarte siempre, sin descanso, desde que sale el sol por el oriente, desde que mi alma vive sin remanso.
Hierve mi corazón como mi frente, bulle mi ser entero, preguntando algo que no se ve, pero se siente.
Paso mi vida toda deseando, andando este camino lentamente, sufriendo entre tinieblas, contemplando un resquicio de luz que, humildemente, se coloca a mis pies: eres Tú mismo.
Ya no importa dolor, muerte ni abismo...
Y yo al fin, regresando hacia mi adentro,
te encuentro en lo más hondo de mí mismo.
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