Recibe el don del cielo y nunca pidas nada a los hombres; pero da si puedes, da sonriendo y con amor, no midas jamás la magnitud de tus mercedes.
Nada te debe aquel a quien le diste, por eso tú su ingratitud esquiva. Él fue quien te hizo el bien, ya que pudiste ejercer la mejor prerrogativa, que es el dar, y que a pocos Dios depara.
Da, pues, como el venero cristalino, que siempre brinda más del agua clara que le pide el sediento peregrino.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario