Señor, no quiero pasar de largo ante las personas heridas en el camino de la vida. Quiero contagiarme de tu compasión y acercarme para expresar tu ternura, ofrecer el aceite que cura las heridas y el vino que sana y consuela.
Jesús, buen samaritano, acércate a mí, llévame en tus brazos, pues soy oveja perdida. Carga con mis caídas, hazte presente en mis horas bajas. Deseo tener tus mismos sentimientos y no dar más ningún rodeo ante el hermano que sufre. Deseo hacerme compañero de sus caminos, amigo de sus soledades, y cercano a sus dolencias.
Juan José Martínez Domingo.
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