Quita de mí, Señor, este corazón de piedra; quita de mí este corazón endurecido. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón y habita en él, llénalo de tu presencia.
Tú que eres superior a lo más grande que hay en mí, y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón por tu misericordia, oh Dios, mi lote perpetuo por quien se consume mi corazón. (Sal 73, 26)
Balduino de Canterbury
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