Mi límite acogido me libera de la imposible tarea de alcanzar la perfección de centímetros y leyes.
Mi ambigüedad que todo lo impregna me libera de la ingenuidad de mis relaciones y proyectos.
Mi pecado perdonado me libera del orgullo que levanta el corazón y la mirada por encima de todas las cabezas.
Mi fragilidad asumida me libera de construir la vida sobre mi suficiencia quebradiza y vana.
Mi proyecto fracasado me libera del miedo a la derrota que ahoga la fantasía y congela el futuro.
Benjamín González Buelta.
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