Te adoro, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios mío y mi todo.
Te doy infinitas gracias porque me creaste, me redimiste, me conservas y me sostienes, y por tus sacramentos santísimos.
Te doy infinitas gracias porque me has puesto en la Iglesia, y por todos los innumerables beneficios que a mí y a todo el mundo has hecho.
Ve aquí, Señor mío, que todo yo y cuanto dentro de mí y fuera de mí hay: los pensamientos, palabras y obras de este día y de toda mi vida, todo lo envuelvo en la sangre de tu sacratísimo Hijo, y te lo ofrezco y dedico por tu amor y gloria, así como por la salvación de mis prójimos.
Quita de mí todo lo que te desagrada, límpiame y purifícame, y concédeme todo lo que te agrada.
Dirígeme siempre y toma posesión de mí, según tu beneplácito y tus deseos.
Concédeme, por las entrañas de la bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que nunca te ofenda, sino que siempre haga tu voluntad.
Dame la perfección según tu Espíritu, para que te agrade durante toda mi vida, así también lléname de santa alegría, para que en todas las cosas y en todas partes te encuentre, y finalmente para que consiga por tu gracia y favor residir siempre y por toda la eternidad en Ti.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
(beato beato Carlos Spínola, S. J.)
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