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Aquí me acerco, todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de tu unigénito Hijo mi Señor Jesucristo,
como enfermo al Médico de la vida,
como sucio a la Fuente de misericordia,
como ciego a la Luz de la claridad eterna,
como pobre al Señor de los cielos y tierra,
y como desvalido al Rey de la gloria.
Te ruego, pues, recurriendo a tu infinita bondad y misericordia, tengas por bien
sanar mi enfermedad,
limpiar mi suciedad,
alumbrar mi ceguedad,
enriquecer mi pobreza,
y vestir mi desnudez,
para que así pueda yo recibir al pan de los Ángeles, al Rey de los reyes, al Señor de los señores con tanta reverencia y temor,
con tanto dolor y verdadero amor,
con tal fe y tal pureza,
y con tal propósito e intención,
cual conviene para la salud de mi alma.
¡Oh piadosísimo y amantísimo Padre!, concédeme este unigénito Hijo tuyo, al cual deseo ahora recibir encubierto y debajo del velo en esta vida, de manera que le merezca yo ver para siempre descubierto y sin velo en la patria celestial. El cual contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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