Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

15.10.19

Oraciones jaculatorias con las pequeñas acciones y momentos diarios


Al vestirse:
Cubridme, oh Jesús mío, con los méritos de Vuestro divino Corazón; adornadme con Vuestras tan amables virtudes de la dulzura y de la humildad.

Al peinarse:
Yo quisiera, oh amado Salvador mío, a ejemplo de la Esposa de los Cantares, complacer a Vuestro Corazón con uno de mis cabellos, es decir: con las más pequeñas acciones de este día. Concededme animarlas de un gran amor.





ORATORIO CARMELITANO



Al lavarse las manos:
Lavad y purificad mi alma, oh buen Jesús, con la sangre y agua que salieron de la herida de Vuestro divino Corazón.

Al ponerse el calzado:
Poned en mis pies el calzado de la justicia, para que ande por el camino recto que conduce a Vuestro Corazón, oh mi amado Jesús.

Al principio de cualquier obra:
Dulcísimo Salvador mío, Os ofrezco esta acción; dignaos, Os ruego, bendecirla. "Todo sea por amor Vuestro".

Al dar la hora:
Qué dicha, Jesús mío: he aquí otra hora para glorificaros, serviros y amaros; Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, Os amo con todo mi corazón. Amado sea para siempre el Sagrado Corazón de Jesús. Amén.

En cualquier peligro:
¡Corazón de Jesús, salvadme o perezco! Tened piedad de mi miseria, escondedme en Vuestra sagrada Llaga, en ella estoy seguro.

Cuando se sufre:
Bondadoso Salvador mío, yo uno esta enfermedad, este sufrimiento, a los que habéis padecido por la salvación de mi alma. Concededme sufrir con paciencia y amor.

Ante un obstáculo:
Si no lo queréis, Señor, yo tampoco lo quiero. Que se haga Vuestra voluntad y no la mía.

Después de haber cometido una falta:
He pecado, Jesús mío, tened misericordia de mí por los méritos de Vuestro dulcísimo Corazón herido en el árbol de la Cruz. (Hágase un acto de Contrición).

En las contrariedades:
Vos lo habéis querido así, Salvador mío, yo también lo quiero; aunque me sea costoso, digo amén.

Viendo que se ofende a Dios:
Perdónales, oh Señor Jesús mío, no saben lo que hacen.

En estado de temor:
Mi alma esta turbada y temerosa, por esto, oh Jesús, me arrojo en Vuestros brazos y me confío más que nunca en la dulce bondad de Vuestro Corazón.

En los trabajos:
Salvador mío, acepto este trabajo en expiación de mis pecados, en unión con los que habéis padecido por mi salvación, por la conversión de los pecadores, y por las ánimas del Purgatorio.

En un gran contratiempo:
Dios mío, por amarga y penosa que Vuestra santa voluntad me parezca, la acepto y bendigo en este contratiempo. Que no pierda yo Vuestro amor, Vuestra gracia y Vuestra santa paz, y seré suficientemente rico, y no Os pido otra cosa alguna.

En las desolaciones interiores:
Mi alma esta triste hasta la muerte. Corazón herido de Jesús, venid a ayudarme, no tardéis en socorrerme.

Al tomar cualquier alimento:
Alimentad mi alma con una comida invisible, oh buen Jesús, que acreciente en mí Vuestro conocimiento y amor. (Ofrecer una pequeña mortificación).

En un viaje:
Dadme alas para volar hacia Vos, oh Dios de mi corazón.

Al ver una flor:
Oh Jesús, Flor de los campos, Lirio de los valles, concededme regocijar Vuestro Corazón con el perfume de vuestras suaves y santas virtudes.

Al estar cerca del fuego:
Oh Corazón de Jesús, hoguera ardiente del divino amor, abrasad, purificad, transformad mi corazón en todo caridad.

Al estar cerca del fuego (otra):
Oh fuego que ardes siempre y no te consumes jamás, amor poderoso que estás en mi Dios, ejerce en mí tu actividad y transfórmame en el que amo. (San Agustín).

Al subir escaleras:
Que cada uno de mis pasos, oh amado Salvador mío, sea un grado más de perfección y santidad que me acerque a Vos.

Al ver u oír llover:
Oh Jesús mío, haced caer sobre la tierra árida de mi corazón la fecunda lluvia de Vuestras gracias.

Al abrir una puerta:
Abrid mi corazón a las inspiraciones de Vuestra gracia, oh mi amado Salvador, y cerradlo a todo lo que pueda desagradaros.

Al pasar delante de una iglesia:
Alabado, adorado y amado sea siempre el Santísimo Sacramento del altar.

Aspiraciones:
Quisiera, oh Jesús mío, con cada uno de los latidos de mi corazón, deciros un millón de veces que os amo.

Al acostarse:
Que Vuestro Corazón, oh Jesús, sea el lugar de mi reposo para siempre. En él quiero dormir en paz y en él descansar, pasando en su cobijo toda mi vida. En él quisiera dar el último suspiro, para despertar un día en el cielo. Amén.