Hacedme sentir, amable Corazón, vuestro soberano, benéfico y poderoso amor; hacedlo sentir a todos los corazones que son capaces de amaros, a mis parientes, a mis amigos, a todas las personas que se han encomendado a mis oraciones o que ruegan por mí. Que sientan y experimenten también Vuestras bondades todos aquellos a quienes tengo particular obligación, asistidlos, Os lo ruego, en sus necesidades.
¡Oh, Corazón lleno de bondad! Ablandad los corazones endurecidos y aliviad las penas de las almas del Purgatorio: sed el asilo seguro de los que están en la agonía, y el consuelo de todos los afligidos y necesitados.
Finalmente, Corazón amoroso de nuestro Señor Jesús, sed todo para mí en todas las cosas, pero muy especialmente en la hora de mi muerte; sed entonces el refugio de mi alma aterrorizada con la proximidad de la muerte y el temor de Vuestro juicio; en aquel instante recibidla en el seno de Vuestra misericordia.
Amén.
(Santa Margarita María de Alacoque).
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