Padre Eterno, Os ofrezco para honra y gloria Vuestra, para mi salvación y la de todo el mundo, la cruel lanzada que Longinos dio en el costado de Nuestro Salvador, la Sangre y Agua que manó con abundancia, y el dolor amargo que causó a su Madre Santísima.
Os doy gracias y bendiciones infinitas por todo ello, suplicándoos por los méritos de este misterio, que me perdonéis todos los pecados que he cometido de corazón, lo purifiquéis de todas las afecciones impuras y terrestres, y lo abráis a Vuestras santas inspiraciones.
Amén.
(San Francisco de Sales).
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