Oh Padre clementísimo, dignaos dirigir sobre mí, pobre y miserable, la misma mirada de compasión que diriguísteis sobre Vuestro Hijo, cuando sobre el monte de los Olivos estaba postrado con el rostro sobre la tierra, y el corazón quebrantado por los pecados del mundo.
De lo íntimo de mi corazón Os pido perdón de mis iniquidades; escuchadme, Dios mío.
Para suplir a la contrición que debiera tener, y que me falta, Os ofrezco el vehemente dolor que sintió Jesús en su Corazón dulcísimo, durante su vida mortal, por los pecados de todo el mundo; el que sintió, sobre todo, cuando en el monte de los Olivos sudó sangre a causa de este dolor; y Os suplico Os dignéis lavar mi pobre alma de todas las iniquidades en el baño de esta sacratísima Sangre, y la revistáis de tan gran pureza que se vuelva blanca como la nieve.
Amén.