Martes, 7 de agosto de 1900
Ayer por la mañana el Ángel me prometió que por la tarde podría hablar con el Cohermano Gabriel ([El coloquio habido con el Ángel en el éxtasis 43]). Llego la tarde tan deseada; el sueño quería vencerme, luego me sobrevino una agitación tal, que me llenó de espanto. Pero es que Jesús estaba a punto de darme ese consuelo, y cuando lo hace, antes o después, me da algún dolor. Siempre sea bendito +.
Al sentir esta agitación no veía a nadie, quiero decir, al diablo. Sólo que me sentía mal, la cosa duró poco. Me calmé pronto, me sentí de repente recogida, y en seguida lo de siempre, la cabeza que se me fue y yo me hallé con el Cohermano Gabriel ([De esta aparición habla también la Santa en la carta 10 al P. Germán]).
¡Qué consuelo sentí! Pero la obediencia no me permitía acercarme a él, para besarle el hábito y resistí. Lo primero que le pregunté fue por qué tardaba tanto en dejarse ver. Me respondió que es por culpa mía. Cosa de que estoy bien persuadida, pues soy muy mala.
¡Qué hermosas cosas me dijo acerca del convento ([El monasterio de las Pasionistas que había de fundarse en Luca]) y con qué energía! Parece como si los ojos le centelleasen. Por sí mismo, sin que yo le preguntara, me dijo:
- Hija, dentro de pocos meses, entre la alegría de casi todos los católicos se verificará la fundación del nuevo convento.
- ¿Dentro de pocos meses? - le contesté yo. - Todavía faltan trece.
- Son pocos - añadió. Y sonriendo se volvió luego hacia un lado y se arrodilló, y juntando las manos, dijo así:
- Virgen bendita, ya lo ves: aquí en la tierra se anda a porfía por la propagación del nuevo instituto; te lo ruego, haz que sobreabunde la copia de los dones y favores celestiales sobre los que de él formarán parte. Aumenta su fuerza y aumenta también su celo. Todo será dádiva vuestra, ¡oh, Virgen bendita!
Hablaba como si tuviera delante a Nuestra Señora de los Dolores; yo no veía nada, pero advertía la fuerza y la expresión con que decía estas palabras, cosa que me maravillaba; también él parecía fuera de sí.
Ahora debería hablar del Padre Germán, pero el Confesor dice que aquí no lo haga, porque...
Hablé también de mi pobre pecador. Se sonrió, buena señal. Por fin me dejó llena de consuelo.
Santa Gemma Galgani | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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