La esperanza es más fuerte que el mal, la vida más fuerte que la muerte, el amor más fuerte que el odio.
He escogido estas palabras para iniciar el relato de mi aventura teológica como joven profeso carmelita descalzo y que comenzó cuando, después de mi primera profesión, el 23 de agosto de 2014, fui enviado al convento de San José en Abiyán (Costa de Marfil) para continuar mi formación religiosa. En ella se incluye el estudio de la teología como base que me ayudará a consolidar mi fe, por una parte. y mi vida cristiana por otra. preparándome para ponerme al servicio de los demás y poder llevarles la Buena Noticia.
¿Qué me ha quedado de este recorrido teológico? Sin pretender tenerme por un héroe, yo lo compararía al camino de un luchador, de un combatiente. Es decir, alguien que ha tenido que luchar en todos los ámbitos, dando lo mejor de sí mismo para aprovechar una formación de calidad. En primer lugar, luchar contra la geografía (la distancia entre el convento y el instituto teológico de los jesuitas es de 30 km).
Es preciso atravesar la ciudad de sur a norte, entre el estrés del tráfico de una gran urbe africana, con conductores de medios privados y públicos no demasiado disciplinados. Una vez, vimos hasta un accidente, con fallecidos y heridos graves incluidos, que nos hizo pensar si llegaríamos vivos a clase. Como respondiendo, aquella tarde cantamos en vísperas que "aunque sobrevenga la tarde y la noche, Jesús nos da el amor que es la vida".
También tenemos que soportar las inclemencias climáticas y sus consecuencias (lluvia, polvo, polución, que provoca hasta migrañas). Y después, en casa, hay que acudir a la oración, estudiar, preparar trabajos, todo ello después de haber vivido embotellamientos de horas.
Volvemos estresados, cansados. poco dispuestos a la relación interpersonal. Otros días permanecíamos en el Instituto donde no tenemos un lugar para descansar, había que dormir sobre las sillas de clase, poco cómodas. Personalmente me ha sostenido la presencia maternal de la Virgen María: todo a Jesús, por María, esa es mi divisa. Y cada vez que me esforzaba en los estudios, he recibido por parte de Ella, valor, paciencia y fuerza más allá de mis expectativas.
Todo esto lo confieso después de releer mi vida y darme cuenta de que hay en ella una presencia amorosa muy cercana. Me he convencido que Dios no quiere hombres fuertes sino que reconozcamos nuestras debilidades y pongamos la confianza en Él. Así, en cada ocasión, me he recordado que debía pensar más en Dios, a lo que Él quería de mí, al bien que luego podría hacer por los demás mediante mi debilidad. Lo convertí en una jaculatoria personal: "Señor, que se haga tu voluntad -eso significa mi nombre, Wendyam, en mi lengua materna-, incluso si conlleva mi muerte, si es lo que quieres, Señor, que me llegue porque tú sabes lo que es mejor para mí". Por esto mismo sería ingrato por mi parte hacer ver que mi experiencia es una página sombría. La verdad es que junto a tantos combates, ha habido también momentos de consuelo.
Lo primero, que el Instituto de teología es un buen lugar para iniciarse en la teología. La mayoría de profesores son competentes y tienen una pedagogía adecuada, con actitudes que comunican el gusto por el saber y la investigación. Subrayo también la calidad de la biblioteca, que es un referente para todo el África occidental. En mí ha causado un gran efecto: me ha contagiado el gusto por saber y me ha abierto mucho el espíritu. Gracias a esto, puedo afrontar mi vida con más realismo pero también con más confianza positiva. De todas las materias, mis preferidas han sido las asignaturas bíblicas. Este contacto profundo con la Palabra de Dios me ha ayudado para la oración y su estudio sistemático me ha hecho más humano, humilde, sencillo y así, más cristiano.
Personalmente este contacto con la Palabra me ha ayudado en los momentos difíciles, a recuperar la alegría, a revivir, en una palabra. He comprendido, sobre todo, que lo que tenemos que hacer en África para que la evangelización profundice en los corazones: predicar la Palabra y no teorías teológicas.
El pueblo africano tiene sed de entender que Dios le habla. Personalmente creo que tanto el desarrollo económico como la mejora de las condiciones sociales en África dependen fuertemente de que se enraíce el Evangelio en los corazones y se transformen, junto con las mentalidades y así se revolucionen las practicas culturales.
Y para esto es necesario que las personas estén bien formadas en la verdadera interpretación de los textos bíblicos.
Después de aprobar mi grado en teología, los Superiores me han pedido permanecer aquí, en Abiyán, para un año de vida conventual y comunitaria.
Junto a esto, ayudo en la dirección del dispensario, a un kilómetro. Continúa, pues, la aventura con Jesús.
Con Dios, no se pierde nada. Todo a Jesús por María.
David Mª Wendyam | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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