Oh Virgen Carmelitana, nuestra Santa Madre María, que te dignaste en admitir piadosa, con singular amor, el obsequio de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que te edificaron templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos y devotos ermitaños a darte cultos y alabanzas. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de virtudes, donde su Majestad habite siempre; templo de mi Amado, Adorado y Alabado Señor Jesucristo, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno.
Te ruego también al presente consiga lo que, por tu intercesión ante Jesucristo, especialmente te pido (dígase la gracia que se desea alcanzar). Te lo suplico, Señora de los carmelitas, humildemente diciendo:
(decir un Avemaría).
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