Son constantes las referencias a los sacerdotes y a las monjas en textos como "El manuscrito del purgatorio", en donde se puede atisbar bastante bien su juicio, más duro, en el más allá.
Ya San Juan Bautista María Vianney, "el cura de Ars", advertía a los sacerdotes sobre la ligereza en el obrar, diciendo que muchos de ellos deberían tener en cuenta que, cuando descuidan sus tareas (o las hacen negligentemente, por ejemplo realizando confesiones y perdonando pecados "alegremente") se les iba a exigir responsabilidades en el momento de su juicio.
Sor María Gabriela, la ánima del purgatorio que dialoga con Sor María de la Cruz, incide mucho en este particular explicando que las ánimas de esos clérigos sufren mucho más en el purgatorio porque recibieron mas gracias que la mayoría y no las supieron aprovechar.
Así es, en efecto. En muchos casos los sacerdotes y monjas solamente tienen como principal ocupación servir al Señor, y no solo están consagrados a ello de una manera especial, sino que además viven de ello. Dios les ofrece una unción especial para que guíen las almas de los que a ellos son confiadas y, sin embargo, en un número alarmantemente grande muchos se aprovechan del rebaño y lo usan para su propia comodidad, ahondando en pecados como el de la soberbia, la vanidad o el orgullo.
Las monjas y muchas religiosas, cuyo tiempo debería estar dedicado cien por cien al Señor, y todas sus obras encaminadas a darle gloria, tienen en muchas ocasiones en el hábito un símbolo de "estatus social", se aprovechan de él para tratar ásperamente a sus alumnos, o para buscar privilegios.
Las gracias de las cuales los sacerdotes pueden gozar, como su cercanía al Altísimo, son en ocasiones motivo de escándalo para el pueblo.
Conviene recordar, ademas de todo lo anterior, que mientras los comunes de la feligresía tienen que combatir cada día con muchísimas tentaciones, y defender su fe cristiana y su modo de vida mientras intentan ganarse el pan mezclándose en un mundo de pecadores, los sacerdotes y muchos clérigos tienen el honor de poder vivir y alimentarse mientras se dedican en cuerpo y alma a tareas de predicación y apostolares.
Por supuesto, hay excepciones, y la mayoría de sacerdotes y monjas son muy dignos de serlo e intentan cumplir fielmente sus votos. Tampoco nos olvidemos de todas esas personas consagradas que tienen que desarrollar sus labores y vivir su fe en países de misión, o/y en medio de persecuciones.
La llamada de atención a este respecto se dirige más bien, por tanto, a todo ese clero acomodado que, sobre todo en el llamado "primer mundo", viven como si fueran laicos y se han amoldado a una vida de rutina entre celebrar misas y confesar a menudo anodinamente cuando no, en otras ocasiones, casi como si fuera una imposición, como un mal trabajo, olvidándose en gran medida de su vocación primera.
Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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