Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

9.6.17

Virgen con el ancla del temor de Dios


Letanías de nuestra señora la Virgen del Monte Carmelo:
Virgen con el ancla del temor de Dios.


El título que se le asigna a Nuestra Señora del Monte Carmelo en las letanías carmelitanas, esto es, "Virgen con el ancla del temor de Dios", es una de esas formas que nos recuerdan su patrocinio especial a los marineros y su relación con el mundo del mar.

Este título de la letanía es mucho más profundo de lo que a primera vista nos pueda parecer. Un ancla es, como todo el mundo sabe, un elemento que se arroja a las profundidades marinas para evitar que la nave zozobre y se destruya al estrellarse contra los acantilados o encalle en las zonas poco profundas. Es un "asidero" imprescindible cuando la nave no tiene ningún otro medio de seguridad, como en el puerto.




Si trasladamos esa simbología a la vida cristianas y al mensaje de la fe, nos daremos cuenta de su gran importancia y de su enorme calado. El "ancla del temor de Dios" nos recuerda dónde tenemos que estar firmemente anclados los cristianos, nos hace caer en la cuenta que, además de misericordioso, Dios es un juez justo, que castiga a quien no solo no lo reconoce sino a quien tras, conocerle, dejó su vista atrás y soltó sus manos del arado.

Aprovechemos este tiempo de clemencia y en donde innumerables gracias se desbordan desde el Trono Divino hacia la humanidad, para "regresar a la casa del Padre", y no nos obcequemos ni apaguemos la llama de nuestra fe, que su titubeante luz en medio de las tinieblas de este mundo es nuestra única guía hacia la vida eterna.


El Señor Dios, consciente de ello, permite una y otra vez nuestra vuelta a su lado mediante el arrepentimiento, mantiene sus brazos abiertos y, por los méritos conseguidos por Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, no rechaza a nadie y se mantiene accesible a todo el género humano.

Pero llegará un día que esto ya no será así, y será entonces muy tarde para muchos. Roguemos al Buen Dios para que no nos encontremos nosotros entre esos millones de hombres y mujeres que serán tratados como unos desconocidos ante Yahveh.

Permanezcamos en ese santo temor de Dios, el que nos apremia a luchar en el camino de la salvación porque luego no habrá piedad. El temor de Dios que se desplegará en unos días en los cuales ni los cielos ni la tierra habrán visto nada igual, y temblarán hasta sus cimientos. Y nuestra alma, si no es contada entre los justos, irá eternamente a la perdición. Aprovechemos ahora, porque mañana puede ser tarde y, cuando dudemos, si no hay nada que veamos claro, que sean nuestras fuertes ataduras al temor de Dios las que nos mantengan a flote al menos.

María, Virgen Carmelitana, Madre de nuestro salvador Jesucristo, que arraigue en nosotros el temor al Señor, justo juez para un justo castigo que nos habremos merecido si rehusamos todas sus gracias y sus innumerables gritos de advertencia a través de sus profetas, apóstoles, mártires y predicadores, para que volvamos a su presencia y no le demos la espalda. Sé Tú nuestra protectora mientras vacilamos en este mundo moribundo, en espera del gran juicio por el cual todos seremos medidos y probados, y ante el cual nadie podrá escapar. Haznos fuertes y firmes enlazados y anudados estrechamente al ancla del temor de Dios. Amén.

| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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