Si preguntas a alguien del mundo qué aspira conseguir en la vida, la inmensa mayoría te responderán que ser un gran ingeniero, un deportista famoso o un buen abogado. Otro querrá ser un conocido pintor, otro un acaudalado empresario que solo tenga que preocuparse de gozar de la vida y realizar viajes de placer. Habrá hasta quien te dirá que quiere echarse a dormir o conseguir una buena jubilación.
Ninguno de ellos te dirá que como principal aspiración lo que busca es satisfacer a Dios, hacer su voluntad y servirle fielmente y, si alguien lo hace, inmediatamente después los mundanos le suelen responder: "pues entonces, ¿por qué no te vas a cura?", o: "¿por qué no ingresas en un convento y te haces monja?". Como si no se pudiera satisfacer a Dios siendo arquitecto, médico, o un simple barrendero.
Este tipo de respuestas es similar a que le dijeran a Pablo algo así: "deja de ser tejedor de tiendas y entierra tu vida en un monasterio", o a San Andrés: "deja de viajar para predicar, y escóndete en una ermita".
Siendo tanto el monasterio como la ermita, ambas cosas, muy loables, los mundanos no nos lo dicen teniendo en cuenta nuestra vida religiosa o para ayudarnos en ella, esa respuesta es una forma de decirnos que no les molestemos, que dejemos de echarles en cara su superficial modo de vida o sus vanas intenciones de futuro, todas ellas sustentadas en sueños muy dignos, pero que carecen del edificio principal: el Señor.
Los mundanos no quieren sentirse interpelados por nuestra devoción, que deja al descubierto la banalidad de sus actos y sus sueños, nuestra forma de vida es para ellos una molestia constante, pues viéndonos cómo vigilamos y cuidamos nuestra alma y tratamos de alcanzar la salvación, se dan cuenta de que choca frontalmente con su disipada existencia. No quieren saber ni conocer nada que les recuerde que pueden estar poniendo en peligro su eternidad y, por lo tanto, quisieran ver a los cristianos recluidos, a los que practican la religión devotamente y con un intenso amor a Dios, apartados de su vista.
Desde hace bastante tiempo se está dando este caso también en la vida política. Bajo la excusa de separar lo que ellos llaman poder civil y "poder religioso" (como si el reino de Dios fuera de este mundo...), intentan sentar la idea de que la fe se lleve acabo y se realicen sus actos "de manera privada", de la iglesia a casa y de casa a la iglesia y, entre medias, quitarnos "el traje de religioso" y ponernos el de los mundanos. Como si el cristiano pudiera serlo a ratos, como si Dios nos viera en unas ocasiones y, en otras, pudiéramos apartarnos de Él.
Así, cualquier expresión de devota religiosidad se intenta mantener arrinconada: se prohíben procesiones y, las que se realizan, intentan que sean más una especie de fiesta de romería que de acto de culto a Dios. A veces se da el caso de que se practican más actos de pecado en esas mismas romerías con disfraz de religiosidad, que en las propias fiestas de orgías humanas. Y el resto de actos de devoción que muestran lo que somos, cristianos, y que no pueden ensuciarse ni empañarse con el lodo mundano, se les tiñe de vergüenza y de folclore para que solo se realicen en el marco de iglesias o capillas y no salgan de allí. Tales actos como vestir el escapulario, rezar el rosario o ponerse medallas de santos, la mayoría de veces los cristianos tienen que hacerlo a escondidas porque el mundo, burlón como los mismos demonios burlones, recurre a la tragicomedia para empujar al cristiano lejos de sí. Le señalan, le discriminan, y le escarnecen para que no rece públicamente el rosario, no lleve sus medallas de santos o vírgenes a la vista, o no se vea sus hábitos o ropas religiosas por sus calles de inmundicia. Es muy cierta la expresión aquella de: cuando salgo a la calle, ando entre demonios.
En efecto, el mundo solo quiere lo suyo, lo caduco, lo material, lo inmundo, y cualquier acto de fe o religiosidad choca frontalmente con esa actitud de depravación que el mundo constantemente tiene, porque es su esencia.
Resulta curioso que cargos públicos aún juren sobre la Biblia, cuando todos sabemos que jurar es una de las mayores ofensas que se realiza contra Dios (Mateo 5:34). Pero no importa ofender a Dios, porque la mayoría de cargos públicos ni creen, ni les importa el Señor, sólo conseguir el puesto de trabajo. Incluso los tribunales de justicia se inician con un juramento, para que así los que vayan a declarar en el mundo empiecen ya blasfemando contra Dios y además de poder perder su libertad, pierdan también su alma. La gente mundana e incluso muchos cristianos insensatos lo toman como algo banal, como si no importase, ¿por qué? Porque anteponen sus propios intereses a los de Dios y, en sus actos, demuestran que no creen en Dios, testifican que para ellos Dios no existe. Un cristiano no solo debe rezar el credo, debe vivir el credo. Es importante dar testimonio de Dios con la voz, pero hacer eso es muy fácil: simplemente repetir una serie de palabras en una fórmula aprendida de memoria y listo. Más importante es dar testimonio de Él y de nuestras creencias con nuestros actos. Porque son ellos, nuestros actos y acciones, los que verdaderamente dan testimonio de la fe que profesamos.
Todas ellas son prácticas mundanas obscenas a las que nadie puede escapar porque las fuerzas demoníacas se encargaron muy bien de enraizarlas profundamente en la sociedad y, con el fin de que hasta los mismos cristianos caigan, incluso las disfrazan, convirtiéndolas en falsa religiosidad.
El cristiano es un seguidor comprometido de Cristo, su principal tarea es seguir al Señor y cumplir su voluntad, nada hay más importante a eso, y después viene todo lo demás. Pero, ¡ah, qué poco se tiene eso en cuenta en el mundo de hoy!
La mayoría de personas viven como si no hubiera un mañana, como si no tuvieran que morir, como si esta fuera su vida para siempre. E intentan labrarse una buena carrera y un buen futuro, quizá en las mejores instituciones religiosas que a veces los preparan muy bien para la vida laical, pero muy mal para la vida eterna. Por un puñado de años aquí, condenan toda su existencia, ¡cuantos de ellos no se darán jamás cuenta, y morirán en ese error! Como dice San Antonio María de Ligorio, el engaño de Satanás no es decirnos que no moriremos, porque eso bien lo sabemos, sino en hacernos creer: no morirás todavía. Aún no morirás. Morirás dentro de mucho tiempo.
Pero, ciertamente, la realidad es bien distinta, y nadie tiene asegurado el día de mañana, más aún: ¡nadie tiene asegurada la hora siguiente! Podemos morir en un instante, podemos morir hoy mismo, mientras conducimos nuestro auto de regreso a casa, mientras caminamos por la calle.
Tu salvación es, por tanto, la tarea más importante a la que debes dedicarte. Nada hay más perentorio y urgente. Por supuesto, intenta labrarte un buen futuro, pero intenta mejor aún labrarte una buena eternidad, porque allí es donde realmente pasarás el resto de tu vida. Allí es donde estarás para siempre.
Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo que lo más importante es la salvación, no hay cosa más importante para el hombre que tener FE en el Evangelio de salvación de nuestro SEÑOR Jesucristo, nada ni nadie de lo que nos rodea importa tanto como nuestra salvación, hoy mismo podríamos morir, o podría venir el arrebatamiento y nos podríamos quedar aquí a padecer la tribulación sin la gracia de DIOS.
ResponderEliminarAsí que nos va la vida eterna en ello, pero para eso la FE es vital, hay que confiar ciegamente en Dios y en el Evangelio de CRISTO.
Hebreos 11:6
6 Pero sin FE es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Nunca ha sido tan fácil recibir la salvación como en la época actual, en estos momentos la gracia de DIOS se está derramando como nunca sobre los corazones de todos los que tienen FE en el evangelio de Jesucristo, una vez lo entendemos y creemos por FE y con el corazón en el evangelio ya somos sellados en la frente por DIOS y recibimos en nuestro interior al Espíritu Santo, y por lo tanto ya somos salvos y recibiremos la promesa de DIOS de Apocalipsis 21 y 22
Para la inmensa mayoría de la gente estos mensajes son locura como dice la Biblia:
1ra. a los Corintios 2:14
14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
EL Evangelio de Jesucristo es el mensaje más importante del Universo, hasta los Ángeles lo anhelan.
1ra. de Pedro 1:12
12 A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles
Amén
RESUMEN DEL EVANGELIO DE CRISTO
1ra. Corintios 15: 1-4
1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;
2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
Amén.