El Purgatorio es el lugar donde acaban de purificarse las almas que han de entrar en el Cielo, y que aún no han satisfecho la pena temporal acumulada. Esta pena temporal es la que queda por compensar cuando tras cometer un pecado mortal o venial nos arrepentimos y confesamos, quedando nuestra alma limpia, pero con una imperfección que purgar; es como cuando una prenda manchada queda limpia tras ser lavada pero con arrugas que hay que planchar para que desaparezcan. Esta satisfacción puede realizarse en esta vida mediante oraciones, buenas obras, limosnas, sacrificios, etc., pero si la persona muere sin haber purgado totalmente esta pena temporal, aunque su alma esté salvada va al Purgatorio para eliminar toda impureza, pues en el Paraíso no puede entrar nadie imperfecto.
La más pequeña pena del Purgatorio es mayor que la más grande de este mundo.
Nosotros podemos aliviar a esas almas que sufren en el Purgatorio, y tenemos a nuestro alcance medios fáciles y de valor infinito. Una misa que oigas, una pequeña mortificación que hagas, un Padrenuestro que reces, una indulgencia que ganes..., todo esto puede aliviarlas muchísimo, y aún incluso librarlas completamente de aquellas terribles penas y hacerlas entrar enseguida en el Cielo.
Además, ¿sabes acaso si tienes algún familiar o amigo allí que aguardan tu oración?
Asegura san Agustín que aquellos que durante su vida hayan socorrido a las almas del Purgatorio con mayor fervor recibirán, por una particular providencia de Dios, mayor auxilio. Del mismo modo que hubiéramos tratado a nuestros prójimos, seremos nosotros tratados.
La operación purificadora del Purgatorio puede ser muy larga por varias causas:
- Primero, por la gran pureza que ha de tener necesariamente el alma para estar en la presencia de Dios, que es la misma santidad y pureza.
- Segundo, por la multitud de pecados veniales que cometemos en esta vida y que no les damos importancia, como son las pequeñas mentiras, las murmuraciones y críticas, las pequeñas infidelidades a nuestros deberes de estado, etc.
- Tercero, por la poca penitencia que hemos hecho por los pecados mortales ya confesados y perdonados.
- Cuarto, porque las almas del Purgatorio no pueden socorrerse a sí mismas, aunque sí pueden interceder y rogar por los demás. Por eso tienen gran necesidad de nuestras oraciones y sacrificios.
Debemos encomendar de una manera especial a los sacerdotes que sufren en el Purgatorio, pues quizás sean los más necesitados, debido a que muchos de ellos cuando mueren son ancianos y no tienen familaires que rueguen y encarguen misas por sus almas.
| Fuente: Tomado de: "Narraciones", de Ángel Valadez.
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