Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

29.3.22

Recomendación de un alma antes de expirar



RECOMENDACIÓN DEL ALMA

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
- Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.

Santa María.
- Ruega por nosotros.

Todos los Santos Ángeles y Arcángeles,
- rogad por nosotros.

San Abel,
- ruega por nosotros.

Todos los coros de los justos,
- rogad por nosotros.

San Abraham,
- ruega por nosotros.

San Juan Bautista,
- ruega por nosotros.

San José,
- ruega por nosotros.

Todos los Santos Patriarcas y Profetas,
- rogad por nosotros.

San Pedro,
- ruega por nosotros.

San Pablo,
- ruega por nosotros.

San Andrés,
- ruega por nosotros.

San Juan,
- ruega por nosotros.

Todos los Santos Apóstoles y Evangelistas,
- rogad por nosotros.

Todos los Santos Discípulos del Señor,
- rogad por nosotros.

Todos los Santos Inocentes,
- rogad por nosotros.

San Esteban,
- ruega por nosotros.

San Lorenzo,
- ruega por nosotros.

Todos los Santos Mártires,
- rogad por nosotros.

San Silvestre,
- ruega por nosotros.

San Gregorio,
- ruega por nosotros.

San Agustín,
- ruega por nosotros.

Todos los Santos Pontífices y Confesores,
- rogad por nosotros.

San Benito,
- ruega por nosotros.

San Francisco,
- ruega por nosotros.

San Camilo,
- ruega por nosotros.

San Juan,
- ruega por nosotros.

Todos los Santos Monjes y Ermitaños,
- rogad por nosotros.

Santa María Magdalena,
- ruega por nosotros.

Santa Lucía,
- ruega por nosotros.

Todas las Santas Vírgenes y Viudas,
- rogad por nosotros

Todos los Santos y Santas de Dios
- interceded por él.

Sedle propicio,
- perdónale, Señor.

Sedle propicio,
- óyele, Señor.

Sedle propicio,
- líbrale, Señor.

De tu ira,
- líbrale, Señor.

De los peligros de la muerte,
- líbrale, Señor.

De una mala muerte,
- líbrale, Señor.

De las penas del infierno,
- líbrale, Señor.

De todo mal,
- líbrale, Señor.

Del poder del demonio,
- líbrale, Señor.

Por tu natividad,
- líbrale, Señor.

Por tu cruz y pasión,
- líbrale, Señor.

Por tu muerte y sepultura,
- líbrale, Señor.

Por tu gloriosa resurrección,
- líbrale, Señor.

Por tu admirable ascensión,
- líbrale, Señor.

Por la gracia del Espíritu Santo consolador,
- líbrale, Señor.

En el día del juicio,
- líbrale, Señor.

Nosotros, pecadores,
- te rogamos que nos oigas.

Que le perdones,
- te rogamos que nos oigas.

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
- Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.


Oración:
Sal, alma cristiana, de este mundo en nombre de Dios Padre omnipotente que te creó; en nombre de Jesucristo Hijo de Dios vivo, que por ti padeció; en nombre del Espíritu Santo, cuya gracia se derramó sobre ti; en nombre de la gloriosa y santa Virgen y Madre de Dios, María;

en nombre de los Ángeles y Arcángeles;

en nombre de los Tronos y Dominaciones;

en nombre de los Principados y Potestades;

en nombre de los Querubines y Serafines;

en nombre de los Patriarcas y Profetas,

en nombre de los Santos Apóstoles y Evangelistas;

en nombre de los santos Mártires y Confesores;

en nombre de los santos Monjes y Ermitaños;

en nombre de las santas Vírgenes y de todos los Santos y Santas de Dios;

descansa hoy en paz y habita en la Santa Sión. Amén.


Oración:
Dios Misericordiosísimo, Dios clemente, Dios que por vuestra gran misericordia borráis los pecados de los penitentes y perdonáis las culpas de los delitos pasados, mirad con benignidad a este vuestro siervo [o sierva, se dice el nombre del moribundo], y oíd sus súplicas, con las cuales confesándoos de todo corazón, os pide el perdón de todos sus pecados. Renovad en él, Padre piadosísimo, todo lo que esté corrompido por terrena fragilidad, o todo lo que esté violado por engaño diabólico, y como miembro que es de vuestra redención, unidlo con el cuerpo de vuestra Iglesia, Señor; tened piedad de sus gemidos, tened misericordia de sus lágrimas, y como no tiene más confianza que en vuestra misericordia, admitidlo en vuestra santa reconciliación.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.


Oración de tránsito:
Te encomiendo, carísimo hermano, a Dios omnipotente; te entrego al mismo que te creó, para que después que hayas pagado con la muerte la deuda común de los hombres, vuelvas a tu Creador, que te formó del barro de la tierra. Cuando tu alma se separe del cuerpo,

salgan a su encuentro las espléndidas jerarquías de los Ángeles;

vengan a encontrarte el senado de los Apóstoles, nuestros jueces;

salga a recibirte el triunfante ejército de los generosos Mártires;

se ponga alrededor de ti la florida multitud de los Confesores;

te reciba el jubiloso coro de las Vírgenes;

y en el seno del feliz descanso, te abracen estrechamente los Patriarcas.

La Santa Madre de Dios, nuestra Señora del Carmelo, vuelva benigna a ti sus ojos. Benigno y placentero también te sea manifestado el rostro de nuestro amado Señor Jesucristo, que mande colocarte en el número de los que continuamente asisten en su presencia. Nada experimentes de cuanto horroriza en las tinieblas, de cuanto rechina en las llamas, ni de cuanto aflige en los tormentos. Retírase y sea rendido el ferocísimo Satanás con sus ministros; a tu llegada al juicio, viéndote acompañado de los Ángeles, estremézcase y huya al horrible caos de la noche eterna. Levántese Dios, y sean disipados sus enemigos, huyendo de sus persencia los que le aborrecieron. Desvanézcanse como el humo, como la cera se derrite al fuego, así perezcan los pecadores a la vista de Dios Eterno, y los justos se alegren como en un convite en la presencia de Dios.

Sean, pues, confundidas y avergonzadas todas las legiones infernales, y los ministros de Satanás no se atrevan a impedirte tu camino hacia la gloria celestial. Jesucristo te libre de la muerte eterna, que se dignó morir por ti. Te lleve Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios vivo, a los vergeles siempre amenos del paraíso, y como verdadero pastor, te reconozca entre sus ovejas. Él te absuelva de todos tus pecados, y te coloque a su diestra en la suerte de los escogidos. Veas cara a cara a tu Redentor, y estando siempre en su presencia, mires con dichosos ojos la verdad manifiesta. Establecido entre el ejército de los Bienaventurados, goces de la dulzura de la contemplación divina por los siglos de los siglos. Amén.


Preces:
Recibid, Señor, a vuestro siervo en estado de poder esperar su salvación de vuestra misericordia.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo de todos los peligros del infierno, y de los lazos de las penas, y de todas las tribulaciones.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librásteis a Henoc y a Elías de la muerte común del mundo.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librásteis a Noé del diluvio.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librásteis a Abraham de la ciudad de Ur en la Caldea.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Job de sus tribulaciones.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Isaac de ser ofrecido en sacrificio por manos de su padre Abraham.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Lot de los sodomitas y del incendio de aquella ciudad.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Moisés de las manos del faraón, rey de los egipcios.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Daniel del foso de los leones.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a los tres jóvenes del horno del fuego ardiente y de las manos de un rey inicuo.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a Susana de un falso testimonio.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a David de las manos del rey Saúl, y de las manos de Goliat.
- Amén.

Librad, Señor, el alma de vuestro siervo, como librasteis a San Pedro y a San Pablo de las cárceles.
- Amén.

Y así como librasteis a la virgen y mártir Santa Tecla de tres tormentos muy atroces, así también dignaos librar el alma de este vuestro siervo y haced que goce con Vos de los bienes celestiales.
- Amén.


Oración de encomendación:
Os encomendamos, Señor, el alma de vuestro siervo [se dice el nombre], y os suplicamos, Señor Jesucristo, salvador del mundo, que pues por ella, movido de vuestra misericordia, vinisteis al mundo, no le neguéis la entrada en el lugar de vuestros Patriarcas. Reconoced, Señor, esta obra vuestra, no hecha por dioses extraños, sino por Vos, que sois el sólo Dios vivo y verdadero; porque no hay otro Dios más que Vos, ni que llegue a vuestras obras. Llenad, Señor, de alegría a su alma en vuestra presencia, y olvidad sus pasadas iniquidades y los excesos a que le llevaron el furor y la fiebre de los malos deseos; porque, aunque haya pecado, nunca negó al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, antes bien, creyó, tuvo celo de la honra de Dios, y adoró con fidelidad al sólo Dios que hizo todas la cosas.


Oración de súplica:
Os suplicamos, Señor, que olvidéis los delitos de su juventud y sus pecados de ignorancia, y que por vuestra gran miserocordia, os acordéis de él en vuestra clarísima gloria.

Sean abiertos para él los cielos, alégrense con él los Ángeles. Recibid, Señor, en vuestro reino a vuestro siervo. Recíbalo el arcángel de Dios, San Miguel, que mereció el principado del celestial ejército. Salgan a su encuentro los santos Ángeles de Dios para llevarlo a la santa ciudad de la celestial Jerusalén. Recíbale San Pedro Apóstol, a quien Dios entregó las llaves del reino celestial. Sea asistido por San Pablo Apóstol, que mereció ser vaso de elección. Interceda por él San Juan Apóstol, escogido de Dios, a quien fueron revelados los celestiales misterios. Rueguen por él todos los santos Apóstoles, a los cuales dió el Señor el poder de atar y desatar. Pidan por él todos los Santos y escogidos de Dios, los cuales padecieron tormentos en esta vida por el nombre de Jesucristo, para que, libre de los lazos del cuerpo, merezca llegar a la gloria del reino celestial.

Por nuestro Señor Jesucristo, que siendo Dios, vive y reina con el Padre y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.


Oración a Nuestra Señora:
Que la clementísima Virgen Madre de Dios, María, piadosísima Consoladora de los afligidos, encomiende a su Hijo el alma de este su siervo [se dice el nombre del moribundo] para que, por su maternal intercesión, no tema los terrores de la muerte, sino que acompañada por ella penetre alegre en la deseada mansión de la patria celestial. Amén.


Nota: Si dura la agonía, se dicen otras oraciones del ritual, o se lee la pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan, o se reza el rosario entre los presentes, o se dicen al enfermo sin cansarle algunas jaculatorias, y se le da a besar algunas veces el crucifijo.


Al expirar:
Nota: Procuren todos los presentes de rodillas orar con fervor. Si se puede, el moribundo diga tres veces: "¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!". Y si él no puede, lo puede decir con clara voz el sacerdote o algunas de las personas presentes. También, si se prefiere, se puede decir al oído del enfermo algunas (o todas) de las siguientes súplicas:

- En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

- Señor mío Jesucristo, recibe mi alma.

- Santa Madre del Carmelo, ruega por mí María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndeme del enemigo y recógeme en la hora de mi muerte.


Oraciones cuando ya ha expirado:
Bajad, Santos de Dios, salid al paso, Ángeles del Señor,

- para recoger su alma

para presentarla en la presencia del Altísimo.

Cristo te recoja, que te ha llamado y te lleven al seno de Abraham los ángeles,

- para recoger tu alma,

para presentarla en la presencia del Altísimo.

Dale, Señor, el descanso eterno, y brille para él la luz eterna,

- para presentarla en la presencia del Altísimo.

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
- Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
- Señor, ten piedad.

[ Ahora se reza un Padrenuestro ]

Dale, Señor, el descanso eterno,
- y la luz eterna brille sobre él.

De la puerta del infierno,

- libra, Señor, su alma.

Señor, oye mi oración,

- y llegue a ti mi clamor.

El Señor esté con vosotros,

- y con tu espíritu.


Oración final:
Señor, te encomendamos el alma de tu siervo [se dice el nombre], para que muerto al mundo, viva ya para ti, y los pecados que por fragilidad de la carne humana cometió, límpialos tú con el perdón de tu misericordiosísima piedad. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Descanse en paz.

Amén.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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